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Sánchez no quiere ser Gorbachov

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en un pleno del Senado. | Europa Press - Dani Duch

| Ibiza |

Pedro Sánchez va a por todas, decidido como está a ganar las elecciones que él mismo convocará seguramente en el otoño de 2023, pero que ya está preparando desde ahora. La rebaja drástica en el IVA del precio del gas, que es algo que ya pidió el líder de la oposición, Alberto Núñez Feijóo, es apenas el prólogo, nos cuentan, de una avalancha de propuestas y respuestas que van a surgir de La Moncloa, a ver si cambia el signo de las encuestas. Así, con aires de batalla en precampaña electoral, comienza un mes de septiembre que va a ser, pronostican todos, especialmente movido y prólogo de un invierno con mucha ‘leña'.

Aseguran que, cuando el martes próximo, Sánchez debata cara a cara en el Senado con Feijóo se mostrará mucho más respetuoso con el presidente del Partido Popular de lo que lo ha sido hasta ahora al referirse al político gallego. Aparentemente, la política de hostigamiento por parte de algunos ministros contra el partido rival no está dando, en los sondeos monclovitas, los resultados previstos: un fallo más en la estrategia de comunicación de La Moncloa. Así que más valdrá que en el tan traído y llevado debate en la Cámara Alta (increíble que sea noticia algo que debería constituir parte de la cotidianeidad política) el tono presidencial sea más comedido y hasta colaborador.

Porque es seguro que Sánchez sabe que no solo se vive de éxitos internacionales, como el cosechado esta semana con el canciller alemán Scholz intentando -y seguramente consiguiendo- vencer la resistencia francesa con el Midcat. Y probablemente también tiene muy presente aquella confesión, que algunos pudimos escuchar, de Gorbachov a Felipe González: «me aclaman fuera de mi país, me detestan dentro». Y donde te votan, como todo el mundo sabe, es dentro, no fuera.

Así que el presidente encara los catorce meses duros, durísimos, que, glorias exteriores al margen, le quedan ya desde este mismo septiembre, que pone fin oficial a un verano en el que todos nos hemos empeñado en mirar hacia las orillas de la felicidad, no hacia las cumbres nevadas que nos aguardan. Por eso el presidente y secretario general del PSOE va a recorrer el país de arriba abajo, va a tratar de consensuar ya un método para renovar el poder judicial, va a intentar consultar más (bueno, en realidad consultar algo) a los sectores afectados por las medidas de recorte y austeridad. Y hasta puede que intente dulcificar su tono hacia esos ‘poderosos' de la banca y la energía, a los que atacó tanto en las últimas semanas en lo que parece, encuestas cantan, otra ‘pifia' de comunicación.

Iniciamos, así, un período incierto, en el que van a cambiar desde algunos gobernantes europeos (el lunes sabremos quién será el/la sucesor/a de Boris Johnson, y este mes sabremos quién va a (des)gobernar Italia) hasta bastantes pautas de conducta de los ciudadanos de la UE. Todo, todo está abierto, incluyendo la continuación del diálogo, que se hará crecientemente difícil, con la Generalitat catalana e incluyendo también las relaciones con el ‘socio' Podemos, que asimismo van a ser crecientemente difíciles a medida que se aproximen las elecciones municipales y autonómicas, y no digamos ya las generales.

Así que Sánchez, que quiere, no como le ocurría a Gorbachov, ser amado fuera de España para contribuir a que le voten dentro, ha empezado el curso bajando el IVA del gas y poniéndose a subir pronto el salario mínimo. Entre otras medidas que algunos calificarán, simplificando demasiado, de ‘electoralistas'. Pero que, qué caramba, pueden ayudar, y no poco, a la hora de ir a las urnas, que es lo que a Pedro Sánchez, como el animal político que es, más le importa.

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