Se abre la veda del raor, suculenta piraña pitiusa, el pez más sibarita porque nada contra la corriente turística. Su temporada va de septiembre a marzo, la misma que escogen tantos viajeros sensuales, belle epoque para acercarse a la Isla del itifálico y benevolente Bes.
Este verano de horno estival nos ha dado tres agostos seguidos de masificación turística, el éxito comercial está siendo tan clamoroso como los ataques de nervios, que solo empezarán a calmar en hivern, cuando aúllan los lobos solitarios y paran las caprichosas obras de alcaldes insostenibles.
Pero este invierno estará más concurrido por la nueva amenaza que siempre viene de las estepas. El Zar de la KGB chantajea a Europa cortar el gas (un paso tan previsible como el balconing suicida de los oligarcas que se atreven a rechistar) aunque lo esté vendiendo más caro que el raor en los chiringuitos ibicencos.
Alemania ya plantea exiliar a sus jubilados a Baleares para que no se mueran de frío; los que tienen casa aquí alargarán todavía más su estancia. Incluso Pachá, tras recibir 18 millones de dinero público, proyecta venderse a algún tiburoncito de fondo congelado. El rumor veraniego cantaba que estaban en tratos con la Metro Goldwyng Mayer, pero también he oído que Privilege va a reinventarse como clínica detox. ¿Fanfarrias estivales de bakalao electrónico?
Por supuesto todo pende del hilo de la dudosa cordura del dottore Sánchez (lagarto, lagarto) quien ha escogido, todavía no sabemos por qué, el momento más inoportuno para enfadar a Argelia.