Parece que el señor González Iñárritu, famoso cineasta mexicano muy galardonado, igual que su no menos célebre compatriota Alfonso Cuarón, también estrenó en Netflix una peli sobre sí mismo, sus inseguridades, dudas y tormentos creativos, porque esa plataforma, como no, es un refugio del cine de autor y se pirra por el arte. Bardo, parece que se llama su autobiografía fílmica. No la hemos visto, como tampoco vimos Roma de Cuarón, y mucho menos Dolor y Gloria de Almodóvar, ya que si la literatura del yo nos aburre lo indecible, figúrense lo que opinamos del cine del yo, y del mucho dolor y mucha gloria que comporta ser cineasta. A fin de satisfacer su gran ego creativo, Hitchcock se conformaba con aparecer unos segundos de tapadillo al inicio de sus pelis, pero a nuestros genios actuales eso ya no les basta, y prefieren la autoficción con pelos y señales, igual que los escritores. Y si bien la autoficción cinematográfica todavía no es una plaga como en la literatura, saturada ya de autopsicoanálisis, dietarios íntimos y egos novelados, parece que estamos en ello a buen ritmo, y todo se andará. No es que antes de estos tres destacados ejemplos no hubiese directores fascinados por las andanzas y agonías de directores cinematográficos (ellos mismos, naturalmente), subgénero que ya practicaron Bergman, Fellini o el propio Woody Allen, entre otros, pero disimulaban un poco y llenaban de pretextos su vanidad desatada. Me acuerdo ahora de que cuando un escritor deseaba contar los tormentos y éxtasis de la creatividad artística, y el maltrato y la incomprensión social que sufrían los grandes autores como él, normalmente escogía a un pintor pirado, y no a un novelista o poeta, para encarnarlos. Ahora no, ahora no hacen falta subterfugios. Sinceridad ante todo. La narrativa del yo (o del otro yo, es igual) infesta la literatura, por lo que no tiene nada de particular que haya irrumpido en el cine. Para quedarse, me temo, y con apoyo de las plataformas. ¡Cinematografía del yo! Normal, el yo es un tema inagotable. No, no estoy haciendo crítica cultural, ni cinematográfica. Mucho menos crítica literaria. Lo comento como curiosidad y entretenimiento, para pasar el rato.
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