Las entidades ecologistas de Ibiza han entrado como un elefante en una cacharrería en el asunto de la urbanización de can Escandell. El proyecto, que lleva a cabo la Entidad Estatal de Suelo (Sepes), dependiente del Ministerio de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana, contempla la construcción de algo más de 500 viviendas, de las que cerca de 400 saldrán al mercado en régimen de alquiler. Un alquiler que, según el Sepes, será «asequible» y que en Ibiza muchos entienden como destinado a los más desfavorecidos.
Independientemente de las características de este proyecto, llama la atención la agresividad con la que estas entidades, sobre todo el GEN-GOB, han arremetido contra el mismo. Una de sus representantes, Neus Prats, lo ha tachado de «aberrante» y «salvaje». La organización en sí lo ha definido como «un gueto para pobres». Y es ahí donde el GEN-GOB ha metido la pata hasta el corvejón.
Rechazar la construcción de nuevas viviendas desde lo público asegurando que serán un «gueto para pobres» demuestra, sobre todo, un clasismo vomitivo. Más cuando hablamos de una entidad que vive gracias a los impuestos que pagamos todos, pobres incluidos. Hablar de «gueto para pobres» es pretender que los residentes en Vila se opongan al proyecto por temor a lo que pueda significar socialmente. En este sentido, el GEN-GOB se ha puesto a la altura, por ejemplo, de los que han hecho bandera política del rechazo a la inmigración.
Esto sí es aberrante y sí es salvaje. Generar miedo hacia el diferente o hacia el necesitado es repugnante. Pero viniendo de quien viene no me extraña. No en balde, llevan años hablando de que en la isla sobra gente y supongo que fantasean con tener el poder para decidir quién se queda y quién se va. Y eso sí que es un asco.