Ya se comprende que el PSIB quiera marcar un perfil propio, más feminista que sus socios de Unidas Podemos. Aquí todo el mundo, cuando falta tan poco para las elecciones, compite por ver quién es más feminista, más ecologista, más sostenible y más circular. Pero resulta decepcionante que todo se haga de cara a la galería, para aparentar ser el más lo que sea. Y si para dar la apariencia que se desea, hay que recurrir a la demagogia, al populismo o directamente, a la mentira y el engaño, pues se hace sin el menor rubor y santas pascuas. Hoy se debate en el Parlament una proposición no de ley del PSIB que aboga por abolir la prostitución, como si se pudiese acabar con algo así con el solo hecho de votar en un parlamento autonómico. Todo un disparate. ¿Habrá alguien que pueda decir que está a favor de la prostitución? Desde luego, eso no lo defendería ningún grupo político, por más que hay asociaciones de trabajadoras sexuales que defienden su libertad para dedicarse al oficio más antiguo del mundo.
Prostitución ha habido siempre y me atrevo a decir que siempre habrá. Sancionar a los consumidores de prostitución, que ahora pasarán a ser agresores machistas, –aunque también hay prostitución masculina, no se olvide, y mujeres que recurren a chaperos o trabajadores sexuales–, no parece ni siquiera una actuación realista para acabar con los puteros. Otra cosa es la lucha contra el proxenetismo y la trata de mujeres con fines de explotación sexual, donde todo esfuerzo que se haga en este sentido, nos parecerá poco. El camino debería ser el de facilitar a quien se dedica a eso porque no le queda más remedio, a que tenga otras posibilidades. Pero no se trata de esto, sino de aparentar que se defiende a las mujeres prostitutas, cuando realmente no se quiere saber nada de ellas.