Hay quien opina que se vulnera la intimidad de Rafa Ruiz por informar de su visita con unos amigos a Hard Rock Hotel Ibiza. Nada más alejado de la realidad, porque él es muy libre de ir donde le plazca y no sería noticia si no fuera porque él mismo aborrecía el lugar que ahora visita. Seguramente sea porque ahora haya cambiado de opinión y ya no cree que las discotecas del Grupo Matutes sean molestas para los ibicencos ni incumplan la normativa. O quizás sigue pensándolo, lo que no le impide ir allí de marcha, porque una cosa es el ocio y otra el trabajo. Pero reflexionen sobre lo siguiente: si a un político en activo, beligerante defensor de abolir la prostitución (por poner un ejemplo), un día se le ocurriera irse con unos amigos a celebrar una despedida de soltero a un table dance, parece del todo lógico que no podría parapetarse en su sacrosanta libertad ni en su derecho a la intimidad para librarse de que tan torcido proceder le librase de ser noticia y de la consiguiente crítica periodística. Si algo puede exigirse a cualquier líder político como es al alcalde de Eivissa y secretario general de la agrupación socialista de Vila, es coherencia y ejemplaridad.
Y no resulta coherente haber denostado un establecimiento o a un grupo de establecimientos de ocio y años más tarde, ser visto de farra por allí. Cada cual debe apechugar con sus tuits y Rafa Ruiz no es una excepción. Y comparar a Ruiz con la primera ministra de Finlandia, Sanna Marin, como ha hecho el exdirector insular de Transportes, Roberto Algaba, es un despropósito. Nadie censura al primer edil de Vila por lo que hace en su tiempo libre, sino por lo que tuiteaba años atrás sobre los locales en los que ahora disfruta con sus colegas.