La lectura de la Palabra de Dios nos habla de la resurrección de los muertos y la vida eterna. Dos verdades de Fe. Dios nos infunde la esperanza de saber que después de morir volveremos a vivir. «Creo en la resurrección de la carne y en la vida eterna». En la primera lectura hemos escuchado, del segundo libro de los Macabeos, que Dios nos resucitará para una vida feliz y eterna. Los saduceos no creían en la resurrección de la carne y negaban la inmortalidad del alma. Se acercan al Señor para plantearle una cuestión que le ponga en aprieto.
Jesús contesta reafirmando la existencia de la resurrección. Después de la resurrección no habrá más nupcias, porque los hombres y mujeres no podrán morir. El final principal del matrimonio es la procreación. Jesucristo, citando la Sagrada Escritura, pone de manifiesto el grave error de los saduceos (Ex 3,2-6), y argumenta: Dios no es Dios de muertos sino de vivos. Por Dios todos volverán a la vida. Existe una relación entre Dios y los hombres. Entre Abraham, Isaac y Jacob, que hacía tiempo que habían muerto. Por tanto, aunque estos justos hayan muerto en cuanto al cuerpo, viven con verdadera vida en Dios-sus almas son inmortales-, y esperan la resurrección de sus cuerpos.
Recordemos las palabras de Santa Teresa de Jesús: «Tan alta vida espero que muero porque no muero». Ni el ojo vio, ni el oído escuchó ni la lengua puede expresar la recompensa que Dios prepara para los que le aman y en Él confían.