En el mismo instante en el que se celebra la Cumbre climática 2022 en una ciudad balneario de Egipto, cuajada de piscinas y de lagos artificiales, aunque esté ubicada en mitad del desierto, los líderes de los países más contaminantes, Rusia, la India o China, rehúsan acudir mientras se ríen desde sus sillones de nuestra cándida inocencia. Pobres ilusos, piensan, ¡ellos que se plantean cambiar el curso de una sociedad que han alimentado, nos conminan a generar menos residuos mientras compran sin pudor nuestros combustibles y todo tipo de productos!
Son hombres y mujeres sin rostro, capaces de organizar un encuentro investido a salvar la Tierra, pero que no han sido capaces de cumplir con los compromisos que adquirieron hace tan solo un año. Ellos, que hablan de los efectos del calentamiento global en la turística Sharm el Sheikh, a la que solo se puede llegar por avión, predican sus parábolas en un país azotado por la pobreza hídrica, ataviados con sus trajes de Armani y sus relojes de alta gama. Como jugada magistral de este desaguisado, el patrocinador principal de esta cita no es otro que una reconocida marca de refrescos que genera un volumen altísimo de residuos.
Así están las cosas y así se las hemos contado, señores: el mundo se va a la mierda. La subida de las temperaturas en la última década está provocando ya hambrunas, desastres naturales, el deshielo de los glaciares y se traducirá en los próximos años en el fin de nuestra sociedad, si no le ponemos remedio.
Científicos internacionales han salido a las calles y se han manifestado, encadenado o pegado literalmente a coches de alta gama para recordarnos que el incremento de la temperatura en nuestro planeta no es una distopía del futuro, sino una realidad del presente, y que su principal temor no es ir a la cárcel por cometer estos actos vandálicos, sino ser incapaces de revertir lo que ya es innegable.
Mientras, las obras de Andy Warhol, Van Gogh, da Vinci, Monet, Picasso, Vermeer o Goya son atacadas en museos de todo el mundo bajo un lema común: «¿Cómo te sientes cuando ves que algo hermoso y de un valor incalculable se destruye aparentemente ante tus ojos?». Quienes perpetran la barbarie contra estos tesoros son activistas, muy jóvenes en la mayoría de los casos, que buscan llamar la atención de los medios y por ende de una sociedad adormecida que asiste impasible al espectáculo dantesco que se despliega ante nuestros ojos. Ninguna de estas acciones ha provocado daños irreparables en dichos cuadros, protegidos con sistemas de seguridad ante los botes de sopa o pintura lanzados a sus lienzos, y el debate se asienta más en la forma que en el contenido. Está claro que algo tenemos que hacer, lo que no sabemos es qué exactamente.
«¿Es posible cambiar el curso de las cosas?», nos planteábamos hace unos días en una mesa redonda sobre futuro y sostenibilidad celebrada entre varios expertos sectoriales en Ingenion, el Foro de Emprendedores que organiza el Ayuntamiento de Santa Eulària des Riu. Frances Llopis, miembro de Ibiza Preservation, afirmaba optimista que sí, que el poder está en nuestras manos, en las de los pequeños consumidores. Somos nosotros y no los líderes mundiales quienes decidimos modificar pequeños gestos: reciclar, cerrar el grifo al lavarnos los dientes, viajar menos y de forma más sostenible, comprar mejor y reciclar más, consumir y comer en menor cantidad y en economía circular y, sobre todas las cosas, escoger qué tipo de personas queremos ser.
Porque si en vez de elegir entre un vestido hecho a mano en nuestra isla, y cuya trazabilidad es respetuosa con el entorno y con las personas, adquirimos una decena en Shein, estaremos contribuyendo a que la ruleta rusa siga disparando unas balas que matan. Porque no es verdad que todo esté perdido, porque somos muchos los que elegimos vivir de otra manera y porque esta vida y este mundo son la obra de arte más hermosa que se ha erigido nunca y no podemos seguir lanzándole basura y gases que la asfixien. No abran la boca, no acepten otra cucharada más de esta sopa boba que nos llevan dando como medicina para la estupidez demasiado tiempo y cambien el curso de las cosas. La cumbre más importante está dentro de nosotros, aquí y ahora. Somos más, somos mejores y este es el momento.