Para llegar hay que desviarse, aunque se llegue a otro sitio. Es fundamental aprovechar cualquier desviación, sobre todo en los caminos largos, cuando se pretende alcanzar un lugar remoto. Qué sé yo, el éxito, el dinero, la fama, la felicidad, la sabiduría. En fin, esas cosas que busca la gente.
Si por el contrario no sabes dónde vas, fenómeno más común todavía, entonces ya es preciso desviarse con fruición, a la menor oportunidad, y si tampoco se sabe cómo, se aprende sobre la marcha. Porque en el desvío está la gracia, lo importante. Yo lo aprendí de pequeño en el colegio, a fuerza de escuchar a los curas regañándome por haberme apartado del recto proceder. Que siempre es inexorablemente recto, sin desviaciones, perpendicular a la línea del horizonte.
Y nada de zigzaguear, a la manera de los navegantes según sople el viento, porque eso también era torcerse, abandonar el buen camino, desviarse. ¡El buen camino! Recto y sin rodeos, por supuesto, ya que todo desvío les parece un desvarío. Y no es igual. Ahí empecé yo a descubrir las delicias del desvío, y que no hay mejor camino que un desvío a tiempo. Puede que la trayectoria sea más lenta, sinuosa y aparentemente errática. Con demoras, con rodeos, con merodeos. Con paréntesis, encrucijadas, frases subordinadas y puntos suspensivos.
Las encrucijadas, por cierto, son lugares magníficos para acampar y ver qué pasa. Esto lo descubrí tras enterarme de que los periodistas, a diferencia de escritores, filósofos y cineastas, no tienen obra sino trayectoria. Conque figúrense lo que pienso de las trayectorias. Una cosa con dirección y sentido, como los vectores. Quién puede tener ganas de ser un puto vector. Lo dicho, desvíense si pueden, y si hay que salir por la tangente, se sale. ¿Y luego? Luego ya veremos.
La RAE, astuta, también define desvío como desapego, lo que es una excelente definición. La clave de la sabiduría, pero también del disfrute. Disfruten de los desvíos, disfrútenlos a fondo, porque son mucho mejores que lo que sea que buscaban. Y desde luego, que la meta de ese camino tan recto. Prueba de ello es que en este párrafo ya me he desviado como media docena de veces, y ni idea de dónde estoy ahora.