La RAE define la soberbia como «altivez y apetito de ser preferido a otros». En tiempos de campaña electoral, la soberbia es un must. Y así nos encontramos con rimbombantes anuncios de lo que los políticos dicen que harán si les escogemos a ellos. Buena parte de estos anuncios se emiten con la clara idea de que el ciudadano es imbécil y, sobre todo, un desmemoriado.
Solo la soberbia explica que alguien pueda concurrir a unas elecciones asegurando que, si le votamos, creará una unidad en la Policía Local para «combatir el alquiler turístico ilegal». Considerando que este problema es gravísimo desde hace años y que quien esto promete lleva nada menos que dos legislaturas en el poder, ¿por qué no ha hecho nada similar antes?
Solo la soberbia explica que otro se comprometa a activar un «plan de adquisición de inmuebles inacabados y de terrenos para hacer VPO» si logra ser presidente del Consell. Oigan, ¡que hablamos del mismo tipo que lleva varios años al frente de la Conselleria balear de Vivienda! Un señor que solo puede presumir de haber entregado la irrisoria cantidad de 87 llaves de pisos protegidos en una isla con más de 160.000 almas.
La soberbia, finalmente, es lo único que justifica que otra candidata a la que podría salpicar un grave caso de presunta corrupción pueda afirmar sin que se le caiga la cara de vergüenza que lo que dicen los informes policiales sobre ella es «categóricamente» falso. Y eso después de anunciar que, si gana las elecciones, promoverá un plan de respiro para los funcionarios con cargas familiares. Anuncio que formuló al lado de otra que ya hace un montón de años nos vendió que la Ley de Dependencia serviría para cosas como esa.
El político medio tiene ciertos rasgos narcisistas. El político mediocre, además, nos castiga con su soberbia.