Mientras unos andamos peleados por si quitan o por si ponen normativas de alcohol en la ciudad de Ibiza, debaten si es correcto talar o cortar de raíz un eucalipto de más de 70 años, siguen discutiendo si tenemos más vehículos de los que necesitamos en la isla de Ibiza o si hay que controlar su entrada para que esto del turismo no se nos vaya de las manos o de si los precios por un menú o una birra son los adecuados, la vida en nuestro querido planeta sigue. Y aunque nos empeñemos en mirar para otro lado la vida sigue como siempre lo ha hecho, con unos que valen un poco, otros que no valen nada y otros que valen mucho. O lo que es lo mismo, con unos ciudadanos de primera, segunda, tercera y hasta de regional, usando un símil futbolístico ahora que no paramos de leer en los medios de comunicación las perversas cantidades de millones de euros que se pagan en algunos países de Oriente Medio por contratar jugadores.
Porque desgraciadamente nuestra vida sigue girando en torno a lo que tenemos más cerca de nuestros pies sin importarnos lo que está sucediendo más o menos lejos. Tal vez yo sea muy duro y el problema no es que no nos interese sino que directamente nuestras prioridades son otras con todo lo que tenemos en nuestro día a día… problemas para llegar a fin de mes, altos alquileres, problemas para dejar nuestro coche y que nos lo arreglen, precios cada vez más caros y por si fuera poco un lío político por ver quien nos gobierna de no te menees. Por eso no les culpo. Ni mucho menos, les entiendo y hasta les comprendo.
A pesar de ello sigue habiendo ciertas noticias que me siguen encogiendo el corazón, me preocupan y hasta me quitan el hambre. Ya quisiera yo pasar de todo y escribirles esta semana de alguna anécdota de cuando era quinceañero, de lo emocionado que me quedé cuando me enteré que Tristan y Elsa, hijos de mis amigos Mónica y Esteban, han mandado postales de Ibiza escritas de su puño y letra desde Sant Carles a su familia, de la situación de nuestras playas, cada vez más sucias y más invadidas por hamacas y tumbonas o de esos coches de alta gama que campan a sus anchas por Ibiza. Pero lo siento, no puedo hacerlo cuando leo que los equipos de Acción contra el Hambre en Níger ha tenido que suspender parte de sus actividades debido al golpe de estado de este miércoles en el que la guardia presidencial del país ha retenido al presidente Mohamed Bazoum en el interior del Palacio Presidencial y las autoridades militares impusieran un toque de queda durante la noche, seguido del cierre de las fronteras aéreas y terrestres.
El caso es que no se en que momento a mi me enseñaron a creer que todos, los unos y los otros, somos iguales por más que seamos negros, blancos, pelirrojos o amarillos. Por más que yo blasfeme en castellano, usted en catalán y ellos en sus respectivos dialectos. O por más que usted rece a un dios, ellos a otros y yo casi no crea en nada. No sé en que momento ni cuando entendí que todos merecemos el mismo respeto por parte de los periodistas por más que intente asimilar sin entenderlo aquello de que hay cosas que interesan más que otras y por ello me siguen preocupando ciertas cosas. Y es que este país sin litoral de África Occidental está viviendo además su peor crisis en una década, con una estación de lluvias tardía y largos períodos de sequía e inundaciones, que no han hecho más aumenta los casos de malnutrición infantil y los más de cuatro millones de personas que necesitan urgentemente ayuda humanitaria . Sobre lo que está pasando en este país que fue colonia europea del África Occidental Francesa hasta su independencia en 1960, apenas se dan 30 segundos en los informativos o una breve reseña en los periódicos de tirada nacional, como si no importara que dos tercios de su población vivan bajo el umbral de la pobreza o que sea el cuarto país más pobre del mundo. O que ya haya sufrido varios golpes de Estado en las últimas décadas, el anterior en 2021 y el más reciente este del miércoles.
Una situación tremendamente grave que desgraciadamente nos pilla muy lejos. De hecho yo no conozco a nadie de Níger que viva entre nosotros y que haya llegado a España buscando un mundo mejor. Y es que según me han dicho, por no tener, no tienen ni para jugarse la vida cruzando África y el mar Mediterráneo o el Océano Atlántico en busca de un supuesto mundo mejor. En fin, que dentro de unos días todo esto prácticamente estará olvidado y nadie ya recordará el nombre de Mohamed Bazoum ni volveremos a hablar de Níger durante mucho tiempo salvo porque haya algún jugador de fútbol que firme algún gran contrato o fiche por algún equipo puntero. Entonces de nuevo volveremos a teclear Níger en Google y volveremos a recordar que estamos hablando del cuarto país más pobre del mundo y que su población no tiene ni para debatir sobre eucaliptos talados o números de coches que entran y salen. Es, simplemente, una cuestión de prioridades.