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Ánimas

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Durante este mes de noviembre el Pueblo cristiano recuerda preferentemente, a01 sus seres queridos que han salido de este mundo. La devoción y la tradición se expresa con flores, lágrimas y oraciones. Decía San Agustín: las flores se vuelven mustias, se enjugan las lágrimas, pero la oración Dios la recibe. Es muy importante recordar las palabras del Credo: «Creo en la resurrección de la carne». Es una Verdad de Fe que los muertos resucitarán. Nos sostiene la esperanza de la resurrección, pues a los que hemos perdido en este mundo, los volveremos a encontrar en la eternidad. Basta que creamos en Cristo de verdad, es decir obedeciendo sus mandatos.
San Pablo en su primera carta a los fieles de Tesalónica, (4,13-14) nos manifiesta lo siguiente: No os aflijáis por la suerte de los difuntos como los hombres sin esperanza. Pues, si creemos que Jesús ha muerto y resucitado, del mismo modo, a los que han muerto, Dios, por medio de Jesús, los llevará con él. ¡Creo en la resurrección de la carne! De todos modos, porque somos humanos, experimentamos un sentimiento de tristeza cuando fallece un ser querido. Pero con serenidad y paz aceptamos el querer de Dios. Todos los creyentes podemos hacer nuestras las palabras del Santo Job», Dios me lo dio, Dios me lo quito. ¡Bendito sea su santo Nombre! «
Los cuerpos despojados de sus almas van a la tierra. Un día resucitarán e irán a su destino eterno. Como un pastor separa las ovejas de las cabras, Dios separará a los buenos de los malos. Unos existirán en el Cielo, otros serán condenados. Nada manchado puede ir al Cielo, por consiguiente, los que no están totalmente purificados, antes deben ir al Purgatorio. De todos modos, los que existen en el Purgatorio están salvados. ¿Cómo podemos ayudar a los que se purifican en el Purgatorio para que pronto vayan al Cielo? Especialmente podemos ayudarles con la Santa Misa, que es la renovación sacramental del Sacrificio de la Cruz.
Además, les ayudamos con la limosna, el santo rosario, los sacrificios, las indulgencias, en una palabra, con nuestras buenas obras ofrecidas por ellos. La Iglesia militante, la purgante y la triunfante. Los que vivimos en este mundo, los que se purifican en el Purgatorio y los que gozan eterna y felizmente en el Cielo. Nadie puede expresar la recompensa que Dios reserva para los que le aman. Creo en Dios, espero en Dios, amo a Dios.

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