La Navidad es la patria de la infancia. Ese lugar al que casi todos volvemos cada año para, en algún momento, recuperar la emoción de cuando éramos niños. No conozco a ninguna buena persona a la que no le guste la Navidad. Y sí a algunos egos con patas que, con todo tipo de excusas, intentan arruinársela a los que tienen la desgracia de pasarla cerca de ellos. Competir con Papá Noel, los Reyes Magos, el Belén, el árbol, las luces, los niños o los que vuelven a casa como el turrón no es fácil y es algo que este tipo de personajes no soporta.
Dice el cuento que el Grinch odiaba la Navidad porque tenía un corazón muy pequeño. Y que, amargado y con la excusa de que estas fechas eran puro consumismo, intentó arruinar la fiesta a los habitantes de Villa Quién quitándoles los regalos, los adornos y el gran árbol de Navidad. ¿Les suena? A punto de destruirlo todo y esperando escuchar los lamentos de los quiénes, lo que oyó y observó fue todo lo contrario: tenían un árbol de repuesto y estaban cantando. El Grinch comprendió que no podía seguir así, leyó bien lo que le decía la calle, y su corazón, afirma el cuento, creció tres tallas.
En Vila hemos tenido a nuestro particular Grinch, que convirtió las Navidades en un mero trámite vayan ustedes a saber con qué excusa. Pero alguien con la Navidad y con la ciudad en el corazón y en la cabeza, Fran Torres, ha logrado que los vileros se vuelquen en la recuperación de una fiesta de la que todos queríamos y queremos disfrutar. Imagino que nuestro Grinch estará en la cueva lloriqueando, como habitualmente hace. Mientras, yo me alegro de tener a un concejal que sabe que con las emociones ajenas no se juega. Disfruten de la Ciudad de la Navidad!
La màgia de Nadal està molt bé, però ahor al ple del consell el conseller de carreteres va haver d’admetre que no s’ha actual con cal amb la fira. Esperem no haver de plorar