Me pasé gran parte de la EGB de cara a la pared. Cuando se producía un conflicto entre compañeros, la monja aplicaba dos acciones: la primera era poner a los protagonistas de cara a la pared un ratito, sin genuflexión ni garbanzos en las rodillas, que mis monjas eran muy modernas. Acto seguido la hermana Álvarez solucionaba el conflicto de la forma más sensata: Ahora se dan las manos, se piden perdón y vayan a sus pupitres. La fórmula era efectiva, el perdón no siempre había sido total ni verdadero, pero había que seguir compartiendo espacio y el curso, o mejor dicho la EGB era muy larga.
La última propuesta del presidente del Consell de Formentera, Llorenç Córdoba para solucionar la crisis de gobernabilidad de las últimas semanas, me ha recordado estos episodios infantiles. Su deseo de rectificar todo lo dicho y pelillos a la mar, mirando al futuro con optimismo y a trabajar de la manita que aquí no ha pasado nada, está cargado de espíritu navideño Lo que no sé a estas alturas, es como anda de carga el tal espíritu. También es verdad que la que se ha montado entre el equipo de gobierno escogido por mayoría absoluta en las urnas y nuestras pequeñas rencillas escolares no tienen la misma dimensión y además la hermana Álvarez lamentablemente ya no está entre nosotros para ejercer como experimentada mediadora.
Pero, sinceramente, no veo mucha más salida al sainete de acusaciones mutuas, pruebas ocultas, dimisiones y expulsiones que no han sido efectivas. Quedan tres años y medio de legislatura, hay un programa electoral del que no se ha aplicado prácticamente nada, amparándose en la caja vacía que dejaron los otros. Así que ahora que se ha conseguido aprobar el presupuesto, sería el momento óptimo de ponerse a trabajar. Veremos si los puentes rotos se pueden reformar. Eso sí, sin coste para las arcas públicas, que cada cual se lama sus heridas.