No todo puede estar en venta. Las excepciones se hacen con los excepcionales. El Club Náutico de Ibiza es toda una institución isleña que merece especial consideración. Es uno de los últimos puertos realmente deportivos de Baleares, un oasis donde los valores humanos van antes que los mercantiles. Y tiene un respaldo popular inmenso gracias a su labor social.
Su ubicación es privilegiada y supone un refugio no solo para barcos amarrados sino para las gentes que quieren tomar una copa o devorar un buen pescado sin tener que caer en las garras de la emputecida masificación turística y su horripilante sabor estándar.
Las Pitiusas han sido cuna de grandes marinos y capitanes, su historia corsaria es legendaria. Después de resistir múltiples invasiones y la esclavitud de tantos nativos por parte de las crueles razzias de los piratas berberiscos, los pitiusos decidieron que la mejor defensa es un buen ataque: Armaron barcos pequeños pero muy ligeros, rápidos y maniobrables. Salían al encuentro de naves de mayor calado y potencia de fuego que no sabían que se las veían con lobos de piel de cordero hasta que era demasiado tarde. Tenían un arma característica: los frascos de fuego, que incendiaban la cubierta enemiga con endiablada rapidez. Fueron muchas las presas: ingleses, franceses, moros, corsos, italianos, malteses… que sabían en la época del valor y pericia de los corsarios ibicencos. Gracias a su lucha podemos seguir bebiendo vino y comiendo sobrasadas en este bendito archipiélago.
Los tiempos han cambiado pero los piratas (también de agua dulce) siempre acechan; hoy el gran peligro para la idiosincrasia isleña lo suponen especuladores y políticos sin sentido ni sensibilidad. No se puede permitir que roben el Club Náutico a los ibicencos.