Nuestra democracia se consolida con las diversas elecciones para decidir quienes han de ser nuestros representantes en las instituciones, locales, autonómicas y estatales. Del recuento de los votos generalmente suelen darse dos resultados. En un caso, uno de los partidos en liza se alza con la mayoría absoluta y tiene el camino expedito para formar gobierno y, en el otro, ningún partido alcanza esa mayoría absoluta y para poder llegar a ella hay que negociar con otros para formar una coalición.
De las dos situaciones está claro que la de la mayoría absoluta obtenida por una de las candidaturas es la que allana el camino a la hora de gobernar y, por tanto, de gestionar los intereses de los votantes y de la sociedad en general. Ahora bien, como en política todo es posible se puede dar alguna situación que resulta realmente esperpéntica y uno de estos casos es el que se está viviendo en Formentera desde las últimas elecciones locales, hace casi un año ya.
En esta isla, la candidatura de la derecha Sa Unió, integrada por PP y Comprimís, venció de forma clara obteniendo nueve representantes de los 17 en disputa. Ello permitió formar gobierno sin ningún sobresalto y facilitó a esa candidatura la posibilidad de aplicar todas sus propuestas sin problema alguno. Pero como siempre hay quien está dispuesto a hacer difícil lo fácil, pocos meses despues de esas elecciones locales saltó el escándalo de una crisis en el seno del gobierno insular que hizo saltar por los aires la placentera y tranquila legislatura que se le presentaba por delante.
El cabeza de lista de Sa Unió no solo pudo ser nombrado presidente insular sino que, además, también salió elegido como diputado autonómico y, por tanto, representante de la isla en el Parlament. Y fue precisamente esa misma persona, Lorenzo Córdoba, quien en un determinado momento decide hacer que todo atisbo de tranquilidad salte por los aires, produciéndose a raíz de ello la ruptura total en el seno de Sa Unió. Debido a esa circunstancia a día de hoy y desde hace unos meses, la situación de parálisis del gobierno insular de derechas es lo que se está viviendo.
Sigue habiendo un gobierno de la isla roto y dividido, con el presidente Córdoba por un lado y los otros ocho Consellers electos por el otro. Muchos, diversos y cambiantes han venido siendo los argumentos utilizados para justificar tal rotura y cabe señalar que lo único que han conseguido ambas partes en conflicto hasta la fecha es crear una situación que ya sobrepasa todos los límites de rareza y que ha pasado a ser simplemente grotesca.
La posibilidad de que todo este esperpento político pueda acabar en una solución negociada está cada día más y más lejos. Córdoba se niega a dimitir de ninguno de sus dos cargos y desde Sa Unió no existe voluntad ninguna de volver a unir lo que según ellos mismos está definitivamente roto. Con ello, el panorama que hay por delante es realmente complicado; todo sigue igual y los únicos perjudicados vienen siendo los residentes de la isla, que han de ver cómo en el gobierno de la misma si bien hay nueve cargos elegidos por ellos en realidad no hay nadie gestionando y velando con la debida dedicación por sus intereses.
La situación es realmente esperpéntica: mientras en Formentera Córdoba persigue y machaca al presidente del PP de la isla, al que ha día de hoy ha dejado sin áreas que gestionar y sin sueldo que cobrar, en la Cámara autonómica hay calma chicha y el diputado Córdoba tiene de nuevo su escaño junto al PP y no se vislumbra ningún tipo de conflicto.
El último movimiento conocido de una de las partes en conflicto consiste que por parte de Sa Unió se reclama de la oposición su participación en una moción de censura, que descabalgue a Córdoba de su cargo de presidente. Sobre ello cabe señalar dos cosas, que el simple cambio en la presidencia del gobierno insular no solucionaría en sí mismo nada, ya que Sa Unió tan solo podría conformar un gobierno insular en minoría, con las dificultades que ello conlleva y los posibles problemas para sacar adelante sus propuestas.
Por otro lado, la oposición solo debería entrar en ese juego si con ello el actual gobierno de derechas se transformara en un gobierno de coalición de los tres grupos que conforman el actual Consell y con un nuevo programa de gestión negociado y articulado para salvar con un mínimo de dignidad la legislatura. Pero visto lo visto, está claro que por ninguna de las partes existe el grado de responsabilidad pública y política para querer o saber llegar a ese punto.
Ante todo ello, y con el fin de minimizar daños a la población insular, parece claro que no queda más salida que iniciar el proceso para la disolución del Consell y la convocatoria de nuevas elecciones. El pueblo de Formentera no merece unos dirigentes tan ineptos.