Periódico de Ibiza y Formentera remata la semana en la que han acontecido hechos gravísimos que afectan directamente a la Democracia española y al Estado de Derecho, con la publicación de la conversación del indigno presidente del Consell de Formentera, Llorenç Córdoba, un vulgar chantajista que, según sus propias palabras, se está «muriendo de hambre».
Esta semana han sucedido cosas extraordinarias. La Comisión de Justicia del Congreso de los Diputados ha dado el visto bueno al texto definitivo de la proposición de ley de amnistía, que en pocos días será aprobado por el pleno, pese a su clamorosa inconstitucional, pues supone mucho más que un indulto general, algo que la Carta Magna proscribe tajantemente; y todo para que Pedro Sánchez pueda seguir en La Moncloa una legislatura más, con el chantaje permanente de Carles Puigdemont.
Además, todo el país y toda Baleares ha comprobado el nivel de implicación en una trama corrupta de quien fue la presidenta de Baleares, Francina Armengol, colaboradora necesaria en la compra por 3,7 millones de euros de más de 1,4 millones de mascarillas fraudulentas a la trama del exministro socialista José Luis Ábalos y Koldo García.
Y llegamos al domingo y leemos negro sobre blanco las palabras de un político indecente e inconsciente, que una vez llegó al trono de presidente del Consell de Formentera, enloqueció –literalmente–, se atornilló a la poltrona, y amenazó con dejar de apoyar al Govern del PP si no se le daban 4.000 euros de los «fondos reservados» del Govern, unos euros que «haces cuentas y dices, hombre, 4.000 euros me vendrían fantástico». ¿Y a quién no, Llorenç?
Un tipejo despreciable que se considera más digno de un sobresueldo que «un chivato o un moro para que dé información a Interior». Un sujeto nauseabundo que «si supiera cómo encontrar 3.000 euros ya los tendría». Un arribista ramplón que entró en política para superar sus problemas económicos y que se niega a abandonar el cargo, pese a haber perdido el apoyo de todos los integrantes de su equipo de gobierno insular, lo cual a él le importa tres cajones de pimientos. Un mamarracho sin escrúpulos que considera que su exigencia es lógica y razonable, porque «no quiero pedir 10.000 euros ni que me compren un piso». Hagamos una pausa para desaguarnos, porque las palabras del mariscal son nauseabundas.
En circunstancias normales, el ruin presidente del Consell de Formentera, tras el día de hoy, no podría salir a la calle. Pero es evidente que no estamos ni en un contexto normal, ni lógico, ni previsible, sino en una ciénaga putrefacta. Sólo un político corrupto discrimina entre «dinero público» y el dinero «de los partidos», porque «perdonad que defienda los intereses de mi familia».
Pues aquí radica todo el problema, la defensa de sus intereses personales, no los de los habitantes de Formentera. Imaginemos por un instante que cada alcalde, cada presidente de consell insular, cada gerente de empresa pública, cada conseller, hiciesen lo que hace este espantajo. ¿Dónde estaríamos? Pero a él le parece normal, porque «yo y mi familia nos estamos muriendo de hambre». Según su curiosa forma de discurrir, que roza lo patológico, cada político que alcanza el poder, debería poder asignarse su sueldo según sus propias necesidades. Y si para ello hay que recurrir a los «fondos reservados», pues se hace y ya está.
Le convendría saber a Córdoba, ya que parece desconocerlo, cómo terminaron los últimos políticos que echaron mano de los fondos reservados para aumentar su patrimonio de forma delictiva. Fueron Luis Roldán, Julián Sancristóbal, Rafael Vera, Francisco Álvarez, José María Rodríguez Colorado e Iñaki López. Todos acabaron en la cárcel. Los exministros socialistas José Barrionuevo y José Luis Corcuera se libraron por los pelos. De Felipe González no diremos nada.
En cualquier caso, lo que hoy revela este periódico exige que todos los partidos representados en el Consell de Formentera, Sa Unió, Gent per Formentera y PSOE, acuerden una moción de censura, el mecanismo democrático y legal para solucionar este problema de raíz y aparten a Llorenç Córdoba de la presidencia de la institución; porque ya sabemos que él no dimitirá bajo ninguna circunstancia, jamás, pase lo que pase y caiga quien caiga. Este inconsciente, en su delirio insano, volverá a hacerse la víctima y dirá que sólo quería compensar los gastos que le acarrea su cargo de diputado en el Parlament. Nada que no haya dicho ya y que queda desmontado con lo que hoy se publica aquí.
Quienes no colaboren en esta quirúrgica medida de higiene democrática, serán responsables de todo lo que suceda a partir de ahora, por acción o por omisión. El mariscal no puede ser, ni un día más, la máxima autoridad de la isla. Ni un segundo más. Y ojo, que lo bueno está por llegar.