Es muy difícil entender que es eso de la triple insularidad para los que viven fuera de Formentera. El sábado, las Pitiusas amanecieron en alerta amarilla por vientos fuertes, fenómenos costeros y lluvia.
Por fortuna, el viento que sopló del suroeste, conocido también en castellano como Ábrego y en catalán Garbí, no es el que más afecta a la navegación entre Ibiza y Formentera y hubo pocas cancelaciones de barcas. Eso sí, los Nixe y Chenega de gran eslora no salieron por la tarde y esos llevan coches y carga.
Pero a pesar de no quedar del todo incomunicados, lo que siempre sufre cortes o deficiencias en circunstancias de temporal son servicios básicos como el teléfono, la luz e Internet. Las infraestructuras eléctricas y de telefonía de Formentera se aguantan por la quietud y cualquier pequeña variación en la meteorología tiene consecuencias caóticas.
Lo más triste es que los residentes nos hemos acostumbrado a estas mermas en el servicio y nos parece algo normal y desde luego no lo es.
Vivir en un territorio aislado y con menores recursos tecnológicos, debería obligar a las compañías que prestan estos servicios a esmerarse más en no desabastecernos a las primeras de cambio.
Se trata de empresas que se mueven por el número de posibles clientes de cada territorio y ahí está claro que tenemos las de perder. Nuestro único aliado en ese sentido es la administración pública, que debería poner en marcha mecanismos que obligaran a las compañías que se forran en zonas más pobladas, a invertir en dar un servicio óptimo allá donde no van a obtener tanto rédito.
Pero esa cantinela la hemos oído 1000 veces por parte del Consell y del Govern y el sábado volvió a fallar todo.
Eso también es la triple insularidad.
«Vivir en un territorio aislado y con menores recursos tecnológicos, debería obligar a las compañías que prestan estos servicios a esmerarse más en no desabastecernos a las primeras de cambio»