Hace unos días la Fundación Conciencia nos dio la oportunidad de poder escuchar presencialmente al escritor, pediatra y divulgador Carlos González. Un hecho de agradecer dado que es un referente en el ámbito infantojuvenil y familiar. También es bueno que a nuestra isla además de grandes Disc Jockeys también vengan referentes en otros ámbitos.
Personalmente no pude asistir a la conferencia, pero he leído alguno de sus libros y artículos, diría que conozco sus propuestas profesionales. En la entrevista publicada por el Periódico de Ibiza el pasado día 23 de marzo, Carlos González expresaba que educar era fácil, diferenciando entre educar y enseñar, incluso expresaba que enseñar ero lo difícil. Después realizaba un símil, para mi bastante, desacertado: «un niño se convertirá en adulto, lo mismo que un pollo será una gallina adulta. Nadie le tiene que enseñar a un pollo cuál es el comportamiento normal de las gallinas». Resulta que ahora los procesos de socialización se adquieren por ciencia infusa, que todos los años de estudios de la pedagogía social no sirven para mucho dado que todos seremos «gallinas», la pregunta sería ¿qué tipo de gallina?
Para un simple opinador, educar es muy difícil y en esta época más todavía. Sin entrar en criterios de igualdad, la educación ha recaído históricamente en las mujeres, entre otros muchos factores, porque ellas eran las que estaban en casa y asumían/les imponían esta función. En la actualidad, también por muchos factores, la mujer se ha incorporado exponencialmente al mercado laboral y no todos los hombres han asumido o se corresponsabilizan de la educación familiar. Incluso la coeducación entre la pareja no es una tarea fácil ya que requiere de comunicación, acuerdos, consenso, etc. entre pares incluso antes de la presencia del menor.
Vivimos en la sociedad del mito de la conciliación, donde los progenitores no tienen tiempo para educar, y en muchas ocasiones, esta función queda delegada a maestros, entrenadores, cuidadores, monitores e incluso a la tecnología. Educar requiere de mucha reflexión, de paciencia, de gestionar frustraciones y miedos, de establecer normas y límites, de acompañar, de disfrutar, de superar adversidades, de esfuerzos, etc. con el objetivo de posibilitar la autonomía y el desarrollo positivo del menor en el mundo adulto. Claro que todos los menores llegarán a ser adultos, eso no se cuestiona. La educación es la que, en gran medida, determinará que tipo de adultos serán. Pensar que educar es fácil me perece un planteamiento bastante alejado de la realidad. Es solo una opinión.
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