La reciente declaración de la diputada del PSOE en el Congreso y portavoz del PSIB-PSOE, Milena Herrera, respecto a la seguridad jurídica de los clubes náuticos, es simplemente un insulto a la inteligencia de los ciudadanos de Ibiza y una afrenta a la verdad. Todo un pitorreo más, un escarnio que el Club Náutico de Ibiza (CNI), en su agonía, no merece. Herrera insinúa que existe suficiente seguridad jurídica para los clubes náuticos, ignorando deliberadamente la cruda realidad que enfrenta el Club Náutico de Ibiza por mor de una legislación ultraliberal que obliga a sociedades deportivas sin ánimo de lucro a competir con empresas financiadas por fondos de inversión. La izquierda los denomina fondos buitre.
Lo que ha hecho la portavoz del PSIB-PSOE viene a ser algo así como llegar a un velatorio, con el finado de cuerpo presente, y ponerse a dar abrazos a la viuda, a los hijos y demás familiares y allegados, dándoles ánimos.
«Tranquilos, que no es nada. Ya veréis como se repone. ¡Menudo es este! Tiene una salud de hierro y es fuerte como un toro. Pronto volverá a estar bien y haciendo de las suyas. ¡Ya veréis!».
Pero la triste realidad es que el fulano es ya un fiambre amortajado, listo para la sepultura. Y aquello es un funeral al que nadie ha invitado a esa señora que se pitorrea del muerto y de toda su estirpe, en su propia cara.
El CNI ha perdido la concesión de sus instalaciones en el puerto de Ibiza, lo que representa un golpe devastador para una institución centenaria que ha sido parte integral de la vida en la isla. Pero como se suele decir, ‘el muerto al hoyo y el vivo, al bollo'. Las promesas vacías de los políticos ya no son creíbles para los ciudadanos cansados de ser engañados. La falta de acción efectiva por parte de los dirigentes políticos ha dejado al CNI al borde de la desaparición, mientras ellos solo ofrecen discursos vacíos y falsas esperanzas.
Fíjense que Milena Herrera, tras haberse reunido no con el ministro de Transportes y Movilidad Sostenible, Óscar Puente, ni con el secretario de Estado de Transportes y Movilidad Sostenible, José Antonio Santano, sino con un subalterno ministerial como es el secretario general de Transporte Aéreo y Marítimo, Benito Núñez; y con el presidente de Puertos del Estado, Álvaro Rodríguez, que este sí que manda, no ha dicho que se vaya a cambiar la legislación para garantizar que los clubes náuticos no desaparezcan. Nada de eso. Ha dicho que el actual marco jurídico es suficiente. Lo contrario de lo que sostiene Javier Sanz, presidente de la Autoridad Portuaria de Baleares, que dijo a finales de febrero en Ibiza que hace falta un cambio legislativo que tenga en cuenta la singularidad de los clubes náuticos a la hora de otorgar las concesiones.
Vaya, que con la legislación actual, que no ha evitado el desahucio del CNI, se va a lograr que en 2025, cuando Sanz dice querer convocar el concurso realmente importante, con muchas décadas de concesión, entonces sí va a ser posible que se valore los intangibles que el CNI representa. Claro, claro. Venir a estas alturas con estos cuentos chinos es reírse del santo y de su fiesta.
Pérdida anunciada
La reciente pérdida de la concesión del Club Náutico Ibiza ha sacudido profundamente a la comunidad local y a los amantes del mar en la isla. Este trágico acontecimiento no solo representa el desalojo de una institución centenaria, sino también el fracaso de las autoridades portuarias y políticas en proteger y preservar un patrimonio que trasciende lo económico.
La salida del puerto de Ibiza del CNI principalmente afecta a los socios y usuarios habituales, a quienes les conviene ir buscando alternativas de amarre de sus embarcaciones, porque no todos podrán hacer frente a las nuevas exigencias tarifarias. También deja un vacío en la vida social y cultural de la isla. La pérdida de un espacio donde se fomentaba la pasión por el mar y se promueven actividades náuticas es una tragedia para Ibiza.
La concesión de las instalaciones del Club Náutico a una empresa foránea evidencia la prioridad de los intereses económicos sobre cualquier otro interés, pero como he venido escribiendo, no es otra cosa que la consecuencia del modo de vida por el que Ibiza lleva años deslizándose. El CNI era, por así decirlo, el último viejo dinosaurio que se había salvado de la extinción. Pero era cuestión de tiempo, por más que venga Milena Herrera a intentar tomarnos el pelo. O el senador Juanjo Ferrer, con sus lloriqueos inútiles en el senado, excepto cuando tiene delante a un ministro del Gobierno de Pancho Sánchez, que entonces muta en el siervo más dócil y displicente que hayamos conocido. A su servicio, excelencia.