Con el empacho turístico hemos pasado del dorado estío al doloroso hastío. El impresionante éxito turístico, junto a una pésima planificación (falta de previsión política más allá de los cuatro años de ronda electoral), nos ha llevado a una masificación contra la que hoy muchos se rebelan. ¿Están nativos y residentes hartos del turismo del que mayoritariamente viven? Y otra cuestión, no menos inquietante para la economía isleña: ¿Podrían llegar los turistas a cansarse de Ibiza? En ese caso, como en el poema de Kavafis, ¿qué haríamos sin los bárbaros?
En la tolerante Ibiza turistas y nativos no son enemigos siempre que haya cortesía y sentido común. Y ya ambas especies hablan de que serían buenos ciertos cupos para evitar la saturación. Los políticos estudian cambios importantes que tal vez se atrevan a adoptar. Pero ahora mismo, para aguantar decentemente la avalancha turística y lograr cierta calidad de vida estival, urge que los ayuntamientos tengan voluntad de hacer cumplir las ordenanzas, luchar efectivamente contra la enervante contaminación acústica, tan contagiosa, de muchos garitos y party boats, promover un urbanismo inteligente y armonioso, vivienda de protección oficial incluida, ayudas al alquiler, y mejorar sustancialmente la seguridad y la limpieza.
Sería justo un régimen fiscal parecido al de Canarias, que las Baleares también son islas. O un carné descuento para el ocio del residente, pues los precios tan disparados solo son aptos para el visitante de seis días anhelante por gastar los ahorros de todo el año; y eso promueve un muy aburrido apartheid turístico.
Ya dijo el políticamente incorrecto duque de Edimburgo a una asombrada ministra eslovena que el turismo es el factor que más prostituye el mundo. Eso es incuestionable, pero podría ser menos descarado en nuestra deliciosa Ibiza.
Parecen culpar de todo a la masificación, q funcionó durante décadas mientras los negocios eran casi todos de propiedad local. Desde q los poderosos locales han prostuido la isla a los grandes fondos y desde q se empezó a promocionar y favorecer el falso "luxury" y permitir la plaga de alqu