Cada miércoles, en el programa Más de Uno Ibiza y Formentera de Onda Cero, toca tertulia política durante la segunda hora. Participan distintos representantes de los cuatro principales partidos que tienen representación en las Pitiusas – Partido Popular, PSOE, Vox, Unidas Podemos o Sumar – y se analizan temas de actualidad que tienen que ver fundamentalmente con nuestro día a día en las islas. Sin embargo, la de esta semana ha sido distinta porque se ha hablado de las elecciones europeas que se celebraron el domingo 9 de junio, y más allá de que todos vieron conclusiones positivas en sus resultados, lo que nos dejó claro es que todos ellos andan tremendamente preocupados por la enorme abstención.
Es normal. Las cifras asustan con una participación en nuestro país que no ha alcanzado el 49.2%, lo que supone menos de 11 puntos con respecto a las que se celebraron en 2019. Un dato muy preocupante si tenemos en cuenta que votar es un derecho que tenemos los españoles de 2024 gracias al esfuerzo y la lucha de los que estuvieron antes que nosotros y que en muchos casos se jugaron la vida para conseguirlo cuando en España teníamos una dictadura. Un derecho además del que desgraciadamente no pueden presumir muchos lugares del mundo y que por eso tenemos que respetar, cuidar y honrar por más que luego decidamos votar en blanco para mostrar nuestra protesta contra la clase política.
Porque al final se trata de eso por más que algunos analistas políticos que aparecen en tertulias de radio o televisión lo hayan querido camuflar como una presumible falta de interés por todo lo que sucede en Bruselas o en la Comisión Europea. Nadie dice que esto no ayude, pero lo cierto es que el ciudadano de a pie está muy harto de lo que ofrece nuestra clase política a nivel nacional. De los espectáculos bochornosos en el Congreso de los Diputados, de las intervenciones de unos y de otros tirándose los trastos a la cabeza cada vez con peor educación, de las declaraciones en las sedes de los partidos día sí y día también para meterse con el contrario sin que ninguno aporte nada salvo mala baba, o de unos mítines políticos donde todo consiste en decir que tu rival es peor que el mismo demonio mientras un público entregado a la causa no para de jalear al líder de turno sin escuchar lo que allí se dice.
Y también porque a los que todos los días se levantan a primera hora de la mañana, con el peso de una cesta de la compra cuyos precios no paran de subir o de unos alquileres totalmente desfasados mientras vigilan al detalle la cuenta del banco para ver como pueden llegar a fin de mes, les chirrían las actitudes de los que nos gobiernan y de los que aspiran a hacerlo. Porque al final no se trata de ser de unos o de otros, de izquierdas o de derechas, sino de pedir dignidad o educación a quienes hemos depositado nuestra confianza para dirigir nuestros destinos, nuestro presente y nuestro futuro. Y porque más allá de que a unos les guste ser zurdos y a otros diestros, no deberían estar permitidos espectáculos como el que dio este miércoles la vicepresidenta primera y Ministra de Economía María Jesús Montero en la sesión de control al Gobierno en el Congreso de los diputados, jaleando y aplaudiendo de forma totalmente desmedida cada palabra del presidente Pedro Sánchez, con una actitud sobre actuada, desafiante y llegando a lanzar un «cabrón» a la bancada del Partido Popular captado por un siempre traicionero micrófono abierto. Una actitud que, por cierto, debería ser objeto de una profunda reflexión no exenta de crítica, tanto por parte de la protagonista como del partido al que representa.
Pero no solo ella y los suyos tienen la culpa de la situación actual. El resto de partidos políticos tienen que pararse a reflexionar y analizar de forma sincera y sin ver siempre la paja en el ojo ajeno, cómo hemos llegado a este espectáculo bochornoso que avergüenza a quien lo presencia, provocando un hartazgo y una desafección que se refleja en datos tremendamente preocupantes de abstención. Cómo y de qué modo hemos llegado al insulto constante, a la descalificación personal y a la polarización de conmigo o contra mí sin término medio, dejando de lado el verdadero trabajo de sus señorías y que no es otro que intentar gobernarnos o plantear propuestas coherentes para hacerlo cuando les toque. Y hacerlo, además, sin dar la sensación de ser palmeros sin ideas propias de sus principales líderes y sin que parezcan estómagos agradecidos que viven muy por encima de la grave situación económica que sufren muchas familias de este país. Dando la sensación, en definitiva, de que sus cargos, sus puestos o sus trabajos sirven para algo más que repetir como un dogma una serie de ideas preconcebidas que en muchos casos no se creen ni ellos.
Por ello, si realmente les preocupa la falta de participación cada vez que hay unas elecciones, tal vez sea el momento de que todos los que viven de la política se pongan a ello de forma seria y concienzuda, y con un interés real y no fingido. Solo así podremos evitar que el derecho a votar por el que lucharon nuestros padres y al que no tienen acceso en muchos países caiga en el olvido. Si no es por ustedes, haganlo por ellos, por mi y por nuestros hijos.
Una clase política cada vez más alejada de la ciudadanía
Manu Gon |