Si ir contra los jueces y la prensa es regenerar la democracia, tal y como predica el macarra monclovita, entonces estamos a un paso de ser como la República Democrática Alemana, ese satélite de la Unión Soviética donde se ensayó durante generaciones el sistema más perverso de la historia. Cosas de Bulosánchez, que en en lo único que no cambia de opinión es en su confesa admiración por el tenebroso Largo Caballero.
La democracia no importa, es solo el poder. Y mientras tanto, el hipócrita que pretende regenerarnos, perfumado a diestra y siniestra por el tufo de la corrupción, continúa su labor de zapa de las libertades y la separación de poderes. En su mirada de sacristán alumbrado destellan llamaradas de odio atávico. Dudo mucho que esté en sus cabales e ignoro de dónde sale su perfidia, si de la estupidez o el afán caciquista tan común en el ruedo celtibérico. Especialista en sembrar ponzoña, es un dirigente altamente tóxico, sintomático de un ego desbocado con reacciones de niño mimado.
Pero la cosa apesta desde hace años, cuando los principales partidos de España prefirieron pactar con nacionalismos insaciables antes que entre sí, servirse antes que servir. La mafia y la picaresca antes que el sentido de Estado; y así brotan movimientos extremos que recogen votos entre el estupor y la insatisfacción.
Se aprueban sí o sí leyes delirantes de las que nadie es responsable, los fondos europeos se malgastan opacamente en aerolíneas maduras que desaparecen o discotecas de fondos de inversión, despenalizan el robo de dinero público, presumen de transparencia pero jamás responden a lo que se les pregunta en el Congreso, amedrentan a jueces y periodistas...la deriva es ciertamente totalitaria, de república democrática de la URSS.