Se lamenta el portavoz socialista en el Ajuntament de Sant Antoni, Antonio Lorenzo, que urge regular y controlar los ‘hoteles concierto' y ‘beach clubs', y que nunca deberían haberse permitido asentarse cerca de núcleos urbanos. A todos nos gustaría tener por vecinos un convento de monjas de clausura y un monasterio de monjes benedictinos. Pero incluso en esa situación idílica, por silenciosa y pacífica, también hallaría motivo de queja, porque hasta en el monte molestan los caracoles y los grillos. Afirma el concejal del PSOE que lidera la oposición (es un decir), que no se puede promocionar una playa como familiar o idónea para el deporte, si allí lo único que se fomenta es el turismo de excesos. Cuando Lorenzo habla de excesos, hay que atender bien, pues él acredita cierta experiencia en la materia. Estamos ante un edil que fue pillado por la Policía Local en pleno exceso de alcohol en aire espirado mientras conducía un vehículo, de modo que podemos considerarle una autoridad en lo que se refiere a excesos. Y ahí lo tenemos, pontificando con su monotema. Critica que el alcalde Marcos Serra no acepte la creación de un espacio de diálogo social para abordar los retos turísticos que afectan a Sant Antoni. Vaya, que pretende que el gobierno municipal del PP haga aquello que los ciudadanos rechazaron en las elecciones de mayo de 2023. En su cinismo, crítica que la Federación Hotelera de las Pitiusas (FEHIF) ve con buenos ojos su propuesta, pero no se reúnen con él. Será porque ya les han tomado la medida y con un plan estratégico costoso e inútil, tuvieron bastante. Los vecinos de Portmany no están dispuestos a que les tomen el pelo otra vez con mesas de diálogo con las que hacer creer que se les escuchaba, mientras el consistorio de PSOE-Reinicia hacía lo que le venía en gana. Su estrategia de criticarlo todo sin plantear alternativas reales, no conduce a nada. Es infructuosa. Como él.
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