La propuesta de Gent per Formentera de declarar la inviabilidad del Consell de Formentera, defendida por Alejandra Ferrer en el pleno del Consell Insular reunido el pasado jueves, fue rechazada. La solución a la crisis política que ha conducido a Formentera a la ingobernabilidad, no pasa por declaraciones falsas y absurdas, de ignoto recorrido y largas en el tiempo, como la que se pretendía. La salida está allí mismo, en la sala de plenos. Allí es donde ha de encontrarse el remedio. Ellos son los protagonistas elegidos por la ciudadanía y a ellos corresponde acabar con el desastre al que Lorenzo Córdoba ha llevado a la institución que tan indignamente preside.
Tiene razón el mariscal cuando afirma, como si la cosa no fuera con él, que no ve «que haya una imposibilidad técnica o física para que no haya gobierno, lo que hay es un problema político ya que no se ha conseguido que haya cuatro personas para formar la Junta de Govern».
Córdoba está demostrando un cinismo sin parangón, pues un presidente que no logra formar un equipo de gobierno, sólo tiene una salida. Y, sin embargo, en Formentera, el presidente pretende seguir al frente sin que nadie le de apoyo, convirtiendo la isla en el califato de Córdoba. Y ni se le pasa por la cabeza presentar una moción de confianza que sabe perfectamente que perdería. Si esto es actuar con responsabilidad, que baje dios y lo vea.
Todo lo que yo pueda decir de Lorenzo Córdoba es redundante. El personaje se define por sí solo y el error de haber situado a este farsante encabezando una lista electoral, habrá de pagarse no caro, sino carísimo. Pero cuanto antes comience a pagarse, antes se habrá liquidado la deuda con la ciudadanía.
José Manuel Alcaraz recordó que nadie quiere a Córdoba en la presidencia. Esa obviedad debiera moverles a todos a poner fin a sus discusiones por el poder y liquidar el mandato de este siniestro personaje que ha puesto en jaque la política insular y se ha llevado por delante cualquier rastro de dignidad política que pudiera haber.
La propuesta de Sa Unió de modificar el reglamento orgánico del Consell Insular, de forma que el presidente se vea obligado legalmente a presentar una moción de confianza al perder la confianza de su equipo de gobierno, algo que nunca hizo falta poner negro sobre blanco porque, antes de la aparición del mariscal Córdoba era de pura lógica, es la opción más rápida, fácil y directa para poner fin al califato. Y ya están tardando en aprobarlo.
Es un buen plan B, ante la incapacidad de acordar una moción de censura. Esta negligencia política a la hora de destituir a Córdoba les perseguirá durante mucho tiempo, pues han pretendido alargar la crisis con tal de erosionar al rival político, antes que rescatar al Consell de Formentera. Y eso les coloca casi al mismo nivel de irresponsabilidad que al propio protagonista de este estrambote sin precedentes en la política española.