Cuánto han aportado los anuncios publicitarios al imaginario colectivo. Quien no recuerda frases míticas como «el frotar se va a acabar», «el algodón no engaña» o «La chispa de la vida». Aquel «tú pasas el Pronto, yo el paño», «Estrella no deja ni huella», «si no hay casera nos vamos», «a mí me daban dos», «busco a Jack», «anda, la cartera, y los donuts», «hola, soy Edu, feliz navidad» o el lapidario «busque, compare y si encuentra algo mejor, cómprelo». También nos ha dado personajes icónicos como Pancho, el perro de la Primitiva, el señor de bigote del helicóptero de Tulipán, Rodolfo Langostino de Pescanova con su «llévame a casa», el imponente primo de Zumosol, el conejo de Duracell, los calvos de la lotería y el atún, claro, o el niño que preguntaba dónde estaba su kimono ¡kia! Pero lo que realmente perdura en nuestra memoria son sus canciones o, como dicen ahora los modernos, sus jingles, melodías que todavía seguimos entonando, como el «yo soy aquel negrito del África tropical» de Cola Cao, el «leche, cacao, avellanas y azúcar» de Nocilla o aquel «natillas, Danone, listas para gustar ¿repetimos?», interpretado por varias parejas de deportistas y famosos. También el «familia Philips, familia feliz» cantado por Carmen Sevilla, los chicles «Cheiw junior, tenían que ser Cheiw» compuesta por Juan Pardo o «las muñecas de famosa se dirigen al portal» que siempre sonaba en navidad junto al «vuelve, a casa vuelve» de los turrones El Almendro. Como no, el «chocolate con leche, Nestlé extrafino», «La Española una aceituna como ninguna», «Chimos es un agujero, rodeado de buen caramelo», «mi primera colonia Chispas» o el bolígrafo BIC, que si es naranja escribe fino y si es cristal escribe normal.
Pero si hay un spot que supuso una auténtica revolución, más allá de lo puramente comercial, fue el de Farala, que apareció por primera vez en nuestras vidas en junio de 1985 para publicitar una colonia de Perfumerías Gal, creadores también del famoso jabón de tocador Heno de Pravia. En él aparecía una joven empoderada en sus gestos y actitudes, con aspecto de Ángel de Charlie, que entraba en la oficina como un elefante en una cacharrería lanzando el sombrero, apretando la máquina de escribir de una secretaria, hablando airadamente por teléfono y dando instrucciones a un compañero mientras la contempla atónito, para acabar haciendo deporte con la típica indumentaria ochentera de Eva Nasarre. Las imágenes venían acompañadas de un tema que les daba sentido, compuesto e interpretado por José María Guzmán, integrante de Cadillac y de la mítica formación Cánovas, Rodrigo, Adolfo y Guzmán, en la que, además de comenzar por el famoso «tenemos chica nueva en la oficina, que se llama Farala y es divina», la definía como «elegante, independiente, sonriente, inteligente y juvenil» para terminar con un contundente «tenemos el aroma de la nueva mujer». El reclamo publicitario surgió en un momento en el que la realidad de las mujeres en nuestro país era radicalmente opuesta, siendo escasa y limitada su presencia en el mercado laboral. Por supuesto, no había ninguna ministra, ni ocupaban altos cargos en organismos públicos o en consejos de administración de grandes empresas. Nadie pensaba entonces que su contenido fuera a ser premonitorio, adelantando la transformación social que estaba por llegar.
Casi 40 años después, aquella visión publicitaria de los años 80 ha tenido su plasmación en la designación, por primera vez en la historia de nuestro país, de una mujer, Isabel Perelló, como presidenta del Tribunal Supremo y del Consejo General del Poder Judicial, superando en la votación a la también fémina Ana Ferrer, al obtener dieciséis de los veinte votos del Pleno del órgano de gobierno de los jueces. Nada más tomar posesión de su cargo intervino en el solemne acto de apertura del año judicial, en el que, en presencia del Rey y, en especial, del Ministro de Justicia, se marcó un discurso en el que no solo defendió el papel de la mujer en la judicatura, que supone un 57% de sus integrantes, sino que mandó un serio aviso a navegantes al afirmar que «ningún poder del Estado puede dar indicaciones ni instrucciones a los jueces y magistrados sobre cómo han de interpretar y aplicar el ordenamiento jurídico», haciendo «un llamamiento a las diferentes fuerzas políticas y a los poderes del Estado para que respeten el trabajo que los jueces y magistrados realizan», apelando «a la necesidad de evitar ataques injustificados, que pueden llegar a socavar la legitimidad y reputación de la Administración de Justicia o de sus integrantes». Toda una declaración de intenciones en lo que a la tutela y protección de la independencia judicial se refiere que, muy probablemente, tenga que recordar en más de una ocasión a lo largo de su mandato, porque la justicia española se enfrenta durante este nuevo año a temas que, sin duda, harán que todas las iras se vuelvan contra sus miembros con extrema virulencia.
Debe continuarse con la instrucción del proceso contra Begoña Gómez por presuntos delitos de corrupción en los negocios y tráfico de influencias, debiendo recordar las dos famosas cartas de su marido, que se negó a declarar en calidad de testigo y que formuló una querella por prevaricación contra el juez instructor, sirviéndose de la Abogacía del Estado, pendiente de admitirse a trámite.
De paso, también debe concluir la instrucción contra su hermano, David Sánchez, por delitos continuados contra la Hacienda Pública y la Seguridad Social, malversación, tráfico de influencias y prevaricación. Debe resolverse la cuestión de inconstitucionalidad planteada por el Tribunal Supremo, el recurso de inconstitucional formulado por el Partido Popular y la cuestión prejudicial planteada por la Audiencia Nacional ante el Tribunal de Justicia de la Unión Europea, todo ello sobre la Ley de Amnistía, sin olvidar que todavía hay un prófugo de la justicia española, escapista de afición, esperando en Waterloo a poder beneficiarse de la misma. En el caso Kitchen, que enjuicia la trama urdida para espiar a Bárcenas y sustraerle documentación susceptible de perjudicar al partido popular, declararán como testigos la plana mayor de los populares, con M. Rajoy a la cabeza, seguido, entre otros, de Cospedal y Sáenz de Santamaría. Otra cuestión que deberá resolverse es la posible imputación del fiscal general del Estado, García Ortiz, por el presunto delito de revelación de secretos en la causa abierta al novio de Isabel Díaz Ayuso. Y, por si fuera poco, está pendiente el proceso frente a Luis Rubiales por el beso a Jenni Hermoso. En un ámbito más doméstico habrá que seguir de cerca el desenlace de los ‘Casos puertos’ y ‘La vida islados’ que afectan, entre otros, al exalcalde de Ibiza, el socialista Rafa Ruiz, y al presidente del Consell Insular de Ibiza, el popular Vicente Marí.
Veremos si cuando se vayan resolviendo estos embrollos se sigue pensando que la chica nueva de la oficina, como Farala, es divina. Por ahora, y mientras eso ocurra, disfrutemos de la nueva presidenta Perelló y, como en el famoso anuncio de una marca de conservas, cantemos aquello de «qué bien, qué bien, hoy comemos con Isabel».