Decían que era el Ricard, no el sol, lo que dejaba ciegos a los pescadores pitiusos. Pero como en esta mañana caliginosa no acierto a ver las teclas, vierto un chorrito del viscoso brebaje y lo mezclo con agua fría. El resultado alquímico es instantáneo cual orgásmico big bang y nace una nueva Vía Láctea en mi copa, Camino de Santiago para peregrinos dipsómanos.
La noche pasada había estado cantando serenatas desde un balcón de Dalt Vila. La acrópolis ibicenca estaba de bote en bote y navegué a lo Odiseo estremecido por las sirenas de los bares para arribar a la inauguración de la galería de arte In Between, invención de Jessica, tierna al.lota de ojos chispeantes y corazón radiante.
Algo pasa este verano –el clímax climático se divide hoy, como in illo tempore, entre hivern y estiu— con las muestras de arte que salpican Ibiza. Si sorteamos las conversaciones pseudointelectuales que pretenden razonar lo que no tiene explicación, encuentro en ellas un ambiente estimulante –sobrevuela la gozosa lascivia del dios Bes—de lo más inspirador a la hora de rajar el corsé mental. Así pasa también en la galería Mira, en San Miguel, donde entre copa y copa el gaucho Sigfrido pincha boleros y milongas –¡qué liberación del bakalao electrónico!—que me hacen sacar a bailar a toda potrilla de linda cabeza pese a las coces que pueda recibir mi vanidad. ¡Viva la sensualidad! ¡Vade retro, aséptica robótica!
Así que canto, bailo, bebo y admiro la exposición de cuerpos celestes que revolotean alrededor del mundillo artístico. ¿Que a veces no se presta demasiada atención a lo colgado? Pues al cabo y qué; eso es cuestión de amor a primera vista, que realmente existe, y cuando se da tañe el corazón como la copa cósmica ilumina.