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Borrones y tachaduras

A perro flaco, todo son pulgas

El diputado de Sumar, Iñigo Errejón, a su llegada a una reunión de la Junta de Portavoces, en el Congreso de los Diputados. | Europa Press - Alberto Ortega

| Ibiza |

«¡Decí por Dios qué me has dao

que estoy tan cambiao,

no sé más quien soy!

El malevaje extrañao

me mira sin comprender,

me ve perdiendo el cartel

de guapo que ayer

brillaba en la acción…

No ves que estoy embretao,

vencido y maniao

En tu corazón».

La letra del tango ‘Malevaje’ con letra de Enrique Santos Discépolo y música de Juan de Dios Filiberto, compuesto en 1928, nos viene como anillo al dedo para describir la devastación causada tras la caída en desgracia de Íñigo Errejón (Sumar – Más Madrid), su dimisión y su retirada de la política.

Supone siempre una gran convulsión social el hecho de que trascienda la verdadera naturaleza de una persona, ya sea en ciertos aspectos de su personalidad o de su comportamiento en privado, no digamos ya en la intimidad, algo que a nadie debería importar. Descubrimos que un personaje público, como es el caso de un político que ostentaba hasta hace cuatro días, nada más y nada menos que la portavocía de un grupo parlamentario en el Congreso de los Diputados, el cuarto en número de escaños, 26, incluyendo al diputado mallorquín de Més per Mallorca, Vicenç Vidal; y, además, la guinda del pastel, el partido que integra la coalición gubernamental con el PSOE, que preside Pedro Sánchez; no era realmente quien todos pensábamos y quien él decía ser.

Como ha sucedido en casos anteriores, saber que una personalidad pública que entraba prácticamente a diario en nuestras casas a través de la tele o la radio, al que oíamos en sus declaraciones públicas, defender un discurso que ahora sabemos, por la denuncia de una de sus víctimas, que en privado hacía, presuntamente, justo lo contrario de lo que predicaba, origina una situación de shock que necesariamente ha de producir una enorme catarsis en Sumar, que limita lo sucedido en un fallo de los protocolos y piensa solucionar con unos cursillos.

Pero existe la duda de si los dirigentes de la formación estaban al corriente de lo que ahora dicen saber muchas periodistas, que además alegan que era vox pópuli desde hace varios años. De ser así, la situación política de la vicepresidenta segunda del Gobierno, Yolanda Díaz, se tornaría insostenible; aún más de lo que ya es, porque lo que estamos presenciando está lejos de poder ser solventado apartando al diputado denunciado y sospechoso de ser un agresor sexual y un «machista irredento», como lo ha calificado Beatriz Gimeno (Podemos),

Lo último que le faltaba al Gobierno es un escándalo de estas características, que hay que sumar a la inminente imputación del exministro y exsecretario de organización del PSOE, José Luis Ábalos; a la investigación judicial a la esposa del presidente Pedro Sánchez y a su propio hermano; el Delcygate; el caso Hidrocarburos, etc. Y es que al Gobierno más progresista de la historia le crecen los enanos y es difícil saber cuándo le reventarán las costuras, por más que ellos insistan en que hay legislatura para rato. Es difícil mantenerse suspendido en el alambre mucho tiempo; ya no te digo si no consiguen aprobar los Presupuestos Generales del Estado, cosa harto dudosa.

Una lección debemos extraer de todo lo que está sucediendo. A la lengua le hacemos decir lo que queremos. Pero hace falta ser coherentes y mantener una conducta acorde a lo que se predica. De lo contrario, aflora la hipocresía, que es algo que el electorado no perdona.

Pero me asalta la duda de saber por qué se ha sabido esto ahora, denunciado por una periodista próxima a Podemos, enemigos declarados de Errejón y que le profesan odio africano. Nada me extrañaría que alguien haya hecho detonar la bomba precisamente ahora para destrozar a la izquierda a la izquierda del PSOE. ¿Cui prodest? Al que tiene en su mano convocar elecciones cuando quiera y cuando le convenga. ¿Le ven capaz? Desde luego, de esto y de cosas peores, como viene demostrando en los seis años que lleva en la Moncloa. No tardaremos en comprobarlo.

«¡Decí por Dios qué me has dao

que estoy tan cambiao,

no sé más quien soy!»

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