Si multan con trescientos mil euros a un acto negacionista de la pandemia en Palma de Mallorca, ¿qué multa tendrían que poner al Govern de Francina Armengol por su compra millonaria de mascarillas defectuosas?
Entre un acto cuya mayor relevancia era la asistencia de Miguel Bosé acompañando a un grupo de curanderos, y la corrupción plandémica de gran parte de nuestra clase dirigente, está claro que lo más obsceno es lo menos investigado hasta que llegó el cariñito de Koldo.
Unos promueven medicamentos no autorizados (con su dinero privado) y otros compran material sanitario defectuoso (con nuestro dinero público). Sin duda los que más daño han hecho a la credibilidad de la pandemia que tanto nos vendían han sido los ladrones de la cosa pública, que vieron una oportunidad de forrarse con el miedo y la muerte, el tan cacareado como inexistente comité de sabios, el aló presidente del supremo mentiroso, un ministro de sanidad con pinta de enterrador que confesaba disfrutar mucho de su gestión mortal, el confinamiento ilegal, las multas obscenas por cosas como bañarse en la mar o expresarse libremente, etcétera. Fue un ensayo totalitario impresionante.
Si alguien osaba poner en cuestión el puto virus o las medidas totalitarias, era lapidado públicamente. No se permitía el debate o la menor duda ante una vacunación masiva sin las pertinentes garantías. Todavía hoy no sabemos a ciencia cierta cómo se originó el virus porque están en juego demasiados intereses artificiales.
Pero sí sabemos que una mafia de burrócratas se forró a costa del miedo y la muerte. Que compraban con dinero público material sanitario a sabiendas que era defectuoso. Y que el pringue era generalizado y suculento. ¡Qué gente tan vírica!