Hay días en que los guardias civiles destinados en Formentera no hacen otra cosa que localizar inmigrantes irregulares llegados en patera, trasladarlos hasta el cuartel, tratar de identificarlos –algo que a menudo no es fácil, porque no traen documentación para evitar ser repatriados–, atenderles de la mejor forma posible y conducirlos al puerto de la Savina para embarcarlos rumbo a Ibiza. Hablamos de una unidad territorial de la Guardia Civil cuya principal misión es velar por la seguridad ciudadana a través de la prevención y la vigilancia. Obviamente, también investigan las denuncias que reciben, entre otras muchas funciones, pero no son especialistas, como son los agentes del Seprona o la Agrupación de Tráfico. El personal no puede dividirse ni multiplicarse; son los que son y no hay más. Si logran desembarcar en la isla varias pateras con tres docenas de magrebíes procedentes de Argelia, los pocos efectivos que hay en Formentera se ocupan en exclusiva de ello y su capacidad para atender otros asuntos de su competencia, prácticamente desaparece. Mientras la llegada de inmigrantes irregulares por vía marítima fue esporádica y excepcional, muy de vez en cuando, se fue capeando el temporal como se pudo. Pero estamos ante una ruta migratoria consolidada, con mafias lucrándose con el tráfico ilegal de seres humanos a quienes trasladan desde el norte de África hasta las Pitiusas. Y la situación no irá a menos, sino a más. Es urgente reforzar las plantillas de Policía Nacional y Guardia Civil, de forma que la atención a los recién llegados no se haga en detrimento de otras labores igualmente importantes. Y es imprescindible dotarlas de mayores medios, así como ubicar un Centro de Atención Temporal de Extranjeros (CATE) en Ibiza, como reclaman los sindicatos policiales. No se puede seguir como si nada, saturando los ya limitados recursos policiales.
Opinión
Las pateras, lo primero
Joan Miquel Perpinyà | Ibiza |