El misterio de la Concepción Inmaculada de la santísima Virgen María es el de la mujer elegida por Dios, a la que preparó para que fuese la digna morada de su Hijo. ¡Alégrate, María, llena de gracia, ¡el Señor está contigo! Con estas palabras fue saludada por el Ángel. Eso quiere decir que, ante nosotros, tantas veces sombríos y agobiados por mil preocupaciones, se abren hoy de par en par las puertas de la alegría. Por eso, la fiesta de la Inmaculada que coincide con el tiempo de Adviento nos adentra más profundamente en él, porque María se pone a nuestro lado para enseñarnos como acoger al Jesús que llega; cómo abrirnos en su presencia, como escuchar su Palabra. Junto a la Virgen, la primera creyente, aprendamos que es la fe y en que consiste esa actitud de reconocerse pequeño y frágil, pero inmensamente querido y perdonado.
Pio IX definió solemnemente el dogma el ocho de diciembre de 1854, en el que se proclama que María fue preservada de toda influencia de pecado en previsión de la muerte de su Hijo. El franciscano Duns Escoto formuló la posibilidad de compaginar lo que parecía irreconciliable. «Dios pudo hacerlo, lo quiso, luego lo hizo». Las universidades de París, Oxford y Cambridge se comprometieron en 1390 a defender la Concepción Inmaculada, y en 1530 la Universidad de Valencia fue la primera española que se obligó bajo juramento a defenderla. Mas tarde lo hizo Granada y el resto de las universidades de España
Los pintores y escultores rivalizaban para pintarla y esculpirla, la invocación «Ave María Purísima», se escuchaba en boca de todos, y el rey Carlos III propuso a las Cortes que la Inmaculada fuera declarada patrona de España y de todas sus posesiones. Aquí está la esclava del Señor, hágase en mi según tu palabra, dijo Gabriel a la Santísima Virgen María. Que la poderosa intercesión de Santa María nos proteja y bendiga a todos sus devotos y bendiga a España.