La imbecilidad, lamento decirlo, campa a sus anchas por Occidente. En España no estamos al margen de esa corriente plagada de wokismo. Lo hemos visto esta Nochevieja, con la Pedroche como protagonista porque el espantajo que llevaba como vestido estaba hecho, dicen, con cápsulas de su propia leche materna. En otros tiempos, eso nos hubiera resultado repugnante. Lo revolucionario hoy es atreverse a decir que es vomitivo.
La verdad es que este tipo de estupideces no deberían sorprendernos. Las maternidades están llenas de talibanas cuya función es única y exclusivamente obligar a las mamás recién paridas a dar el pecho porque, si no lo hacen, sus retoños sufrirán las más crueles enfermedades y tendrán el más negro futuro. Así, cuando apenas sabes cómo tocar a ese pequeño ser que llora desesperado sin que tú entiendas el porqué, has de colocártelo en la teta y comenzar a sufrir. Porque, al final, de eso es de lo que se trata, de que sufras. Es decir, cargadas de progresismo y wokismo, estas supuestas «asesoras de lactancia» y quienes las apoyan nos devuelven a aquellos tiempos en los que solo las sufridoras tendrían un lugar en el cielo. Con sus cápsulas de leche, la Pedroche imagino que tendrá ya garantizado sitio al lado de San Pedro.
Vaya por delante que a mi la Pedroche me importa un pimiento y sus vestidos me parecen cutres cuando no horteras. No sé que tipo de maternidad habrá pasado usted pero siento lástima. Por usted y más aún por sus retoños si los tiene. Los beneficios de la lactancia materna son incontables y las desventajas del biberón infinitas. No lo digo yo, lo dice la ciencia. Durante unos pocos millones de años los mamíferos han dado exitosamente el pecho a sus crías. Nuestra especie cuenta aproximadamente unos 100 a 120 mil años. Solamente este último siglo se ha desplazado el pecho por el biberón. Si sabe algo de historia sabrá que fue por una incorporación masiva y bastante esclava de la mujer al mercado laboral (las guerras mundiales es encargaron de ello), mermando derechos de maternidad. Y muchos más, desde luego. Se ha desculturizado el dar el pecho. Cosa que no ocurre en otros lugares o culturas. Yo he dado lactancia materna exclusiva durante 8 meses a mis hijos y lactancia materna prolongada. A pesar de alguna dificultad que tras el parto puede ser agobiante, básicamente me ha producido placer, amor, oxitocina y una sensación casi de epifanía de tener a mis hijos al pecho en la cama y dormir plácidamente. Plácidamente y feliz como no lo había hecho en mi vida. Mis mejores momentos eran dar el pecho. Por cierto, el niño llora y no sabe porqué? La mayoría de veces porque quiere estar/volver a su espacio natural, que es la piel de su madre. Usted portea al niño y le da teta, y los niños prácticamente no lloran. Lamento su experiencia. Pero desde aquí gracias a las profesionales que ayudan a la instauración de la lactancia desde el primer momento. La lactancia es un arte que se aprende y hemos perdido referentes, nacen pocos niños y se amamantan aún menos. Un parto puede ser difícil, pero muchas veces la lactancia ayuda a repararlo. Recomiendo los libros de Carlos González pediatra al respecto. Y quien no quiera dar el pecho, que no lo dé. Pero que se informe primero, porque no es lo mejor ni para niño, ni para madre ni apra vínculo/crianza/desarrollo, especialmente el primer años de vida. Y desear a la articulista que cure sus traumas, deje de faltar al respeto a los profesionales de la lactancia, se informe y escriba con más sentido crítico y menos inquina. La inquina nunca mejora la literatura. Feliz año nuevo.