Como periodista de carrera, amante de mi profesión, y defensor del periodismo como un servicio público al ciudadano que quiere estar informado, les confieso que llevo tiempo confundido. No paro de preguntarme sin encontrar respuesta dónde acaba el servicio público y empieza el sarao. Y viendo la programación por la que está apostando Radio Televisión Española, la de todos, la pública, desde hace no mucho tiempo, ando tan liado conmigo mismo, que voy a necesitar una brújula mental para acabar comprendiéndolo todo.
Es cierto que a veces el espectáculo se disfraza de servicio público pero hay casos que, simplemente, lo ocupa. RTVE ha decidido que a partir del próximo martes 22 de abril su nueva apuesta estrella para las tardes sea, La familia de la tele. Un programa que será, no solo, una vuelta camuflada de Sálvame, sino también una exhibición grotesca de cómo el entretenimiento más chabacano puede instalarse cómodamente en la televisión pública sin disimular lo más mínimo. No es solo una cuestión de contenidos, es una declaración de intenciones sobre lo que tenemos que ver los españoles en tiempos tan convulsos como los que vivimos. Una cabalgata diaria del absurdo financiada por todos al servicio de unos pocos.
Según se ha anunciado la inauguración del programa se va a parecer más a la puesta de largo de unos Juegos Olímpicos ya que contará con un desfile por todo lo alto, 14 espectáculos callejeros, más de 200 bailarines, carrozas temáticas, arte urbano, fantasía estética y una VIP zone para los de siempre. Todo esto desde los estudios de Prado del Rey y conducido por Cayetana Guillén Cuervo y, alucinen, Paloma del Río, conocida periodista de gran trayectoria y prestigio por haber puesto voz en la cadena durante décadas a las competiciones de gimnasia artística, gimnasia rítmica, patinaje o hípica, llegando a estar en nueve Juegos Olímpicos de verano y siete de invierno y galardonada en 2024 con el Premio Nacional de Televisión 2024.
Pero no quitemos el foco de lo importante. Lo que Radio Televisión Española está haciendo con La familia de la tele no es solo programar entretenimiento, algo por supuesto necesario, sino legitimar el mismo modelo que tanto se criticó en la televisión privada, basado en el ruido, el exceso, la polémica y el reciclaje constante de colaboradores de tertulia convertidos en expertos multidisciplinares. Aquí nadie se va, todos se reconvierten, la Esteban y la Patiño siguen siendo la Esteban y la Patiño como lo son y serán sus eternos colaboradores, pero ahora rodeadas de un divulgador científico, una educadora canina, un jardinero mediático o un entrenador personal. La televisión pública se convierte, por tanto, en un todo incluido de contenidos sin filtro.
Incluso, si alguien creía que la televisión pública iba a proteger ciertos límites, que se pase por la última semifinal de la Copa del Rey que enfrentó al Atlético de Madrid y al FC Barcelona. Allí, en el palco del estadio Metropolitano y en la retransmisión con Juan Carlos Rivero, estaba Belén Esteban promocionando el nuevo show. «Estoy sufriendo, no me está gustando el árbitro», llegó a soltar entre comentario y comentario durante unos minutos de descanso en el que en lugar de analizar futbolísticamente como estaba yendo el partido, el set se convirtió en espacio publicitario para vergüenza ajena de muchos profesionales de la casa que tuvieron que tragar viendo, además, como desde el césped, María Patiño, Aitor Albizua e Inés Hernand aprovecharon también su minuto de gloria para vender la moto. Y todo ello en una escena tragicómica resumida en una de ellas confesando que era su primer partido en directo mientras la otra aseguraba que tuvieron que enseñarle qué es el VAR y quién es Lamine Yamal. Unos minutos que resumen a la perfección que en los tiempos actuales da igual saber o no porque lo importante es estar, aunque sea en una emisión en prime time de una televisión pública que debería, como mínimo, fingir neutralidad institucional. Pero no, la nueva Radio Televisión Española se ha rendido al espectáculo y lo usa como vehículo promocional sin ningún pudor.
La apuesta es tan grande que no solo se ha rediseñado medio Prado del Rey para el estreno sino que también se han hecho malabares con su parrilla convirtiendo lo que era una franja de series de bastante calidad en una especie de Sálvame Deluxe vendido con un mensaje oficial que resulta insultante por su candidez: «La televisión pública se reencuentra con su público más cercano». Pues señores, señoras, familiares y amigos, si por «cercano» entendemos a Kiko Matamoros, Carlota Corredera, Lydia Lozano, Marta Riesco y compañía, entonces quizá alguien debería redefinir qué es la cercanía. Porque lo que se está haciendo aquí no es acercarse a la ciudadanía con una lista de colaboradores tan larga como desconcertante y que incluye desde ‘pseudoperiodistas’ del corazón hasta entrenadores, nutricionistas, divulgadores científicos y expertos en jardinería, sino clonar una fórmula desgastada con recursos públicos. Crear un modelo que busca lavar con colores institucionales un formato basado en la exageración, el histrionismo y la exposición sin límites con la única diferencia que lo que antes era rentable por publicidad ahora se sostiene con impuestos. Como si el servicio público se pudiera convertir en una feria temática donde los contenidos se suceden sin orden ni criterio, bajo una falsa promesa de pluralidad.
La televisión pública debe entretener. Nadie lo discute. Pero cuando la apuesta estrella es reciclar un programa que viene de la privada con estética de gala cutre y anticuada de Nochevieja, entonces el problema no es de forma, sino de fondo. No se trata de clasismo televisivo, ni periodístico, se trata de responsabilidad. Porque Radio Televisión Española, no puede ser el nuevo plató de los que agotaron su ciclo en otros medios privados saliendo incluso por la puerta de atrás. Una televisión pública no puede ser la segunda oportunidad de un modelo que tanto ha dañado la credibilidad del medio.
TV española¿? para deporte en vivo, nada más! no hay nada más cutre! mantener el pueblo tonto!