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Lo de estar conectado

| Ibiza |

No tengo internet! Esta fue la exclamación que hice alrededor de las 15 horas el pasado jueves, para comprobar minutos después que tampoco podía hacer llamadas de teléfono y que el teléfono fijo tampoco funcionaba. Lo cierto es que, como es algo que ocurre más veces de las deseadas en Formentera no me asusté (a priori) pensé que tal vez estaban haciendo algún tipo de comprobación u obra, pero que volvería pronto. Constaté con los vecinos más cercanos que ellos tampoco tenían y lejos de pensar en teorías conspiratorias, simplemente me relajé y decidí que en unos minutos volveríamos a estar conectados de nuevo.

Pero no fue así. Tras los primeros momentos de calma, entré en pánico. Pánico relativo, pero pánico. Necesitaba internet para teletrabajar, necesitaba comunicarme con la redacción de este periódico para explicarles lo sucedido porque es muy angustioso para alguien que se dedica a comunicar no poder contar lo que está sucediendo y necesitaba claro, decirle a aquellos que estaban fuera de la isla, que no se preocupasen por mí, que todo estaba bien.

Tras esos momentos de calma me sobrevino la angustia. Es cierto que no necesitaba la conexión por un tema «vital» puesto que la luz y la electricidad no habían sido objeto de ningún «apagón», pero tampoco podía poner en la televisión nada para ver «online» (obviamente). Sin dinero en efectivo y sólo tarjetas, me resultaba imposible ir a comprar y aunque no quiero entrar en otro artículo manido después de dos semanas de leer opiniones sobre el «gran apagón» de la península ibérica, he de decir que simplemente me sentí vulnerable y desprotegida. Noté que, en efecto, mi vida podía depender «de un cable». No mi vida per se, entiéndase, pero sí «mi vida». Yo que me las daba de no estar enganchada a las redes ni al móvil (en exceso) vi que toda esa argumentación se desmoronaba ante mis ojos. Podía leer claro, podía escribir, podía hacer deporte…pero cada tres minutos aproximadamente comprobaba si la conexión había vuelto.

Entonces fui a ver a mis padres, para saber cómo estaban y he aquí mi aprendizaje: estaban como siempre. Mi padre leía un libro en el porche mientras escuchaba la radio (la de toda la vida) y me dijo simplemente: «tenemos nuevo Papa, ha sido rápido ¿eh?». Mi padre, una persona sin móvil a la que no le gusta hablar por teléfono estaba completamente en paz. Su jardín y su huerto no necesitaban wifi, su libro seguía donde siempre para ser disfrutado y el sonido del transistor de fondo le informaba de lo que ocurría. Entendí que él sí estaba tranquilo de verdad. A él sí que le daba exactamente igual el corte de cable de fibra óptica.

Mi padre sin duda, había ganado. Una vez más me había dado una lección. Y recordé una frase que yo siempre he manifestado haciendo referencia a un tema (no quisiera yo ahora generar polémica) el tema de la eutanasia; siempre he dicho que si mi vida dependía de estar conectada a una máquina, prefería que me desconectasen. Bien, pues ya lo puedo decir bien claro: ¡Desconéctenme! porque, oficialmente, dependo de un cable.

1 comentario

user Saoneta | Hace 7 meses

Buena reflexión esta vez. Tendríamos que hacer más caso a nuestros mayores, estamos desperdiciando la vida con redes sociales y otros inventos. Un hombre sabio el señor Mateos.

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