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Opinión

Formentera necesita más medios y menos promesas contra las pateras

| Ibiza |

El paraíso de Formentera lleva ya demasiado tiempo viviendo una situación tan preocupante como injusta con la llegada de inmigrantes en patera. Tanto que las últimas noticias ya no cogen a nadie por sorpresa porque tanto sus residentes como los de su isla vecina Ibiza llevan ya varios años viendo cómo esto se repite y cómo se ha ido agravando sin que se haya conseguido dar una respuesta clara ni tener un plan para solucionar este problema. Esta semana, solo hasta el viernes han llegado 60 migrantes más en patera a sus costas, con el agravante añadido de que ocho han tenido que ser ingresados de urgencia en los hospitales de Ibiza y Formentera mientras una vez más da la sensación de que la única solución pasa por la improvisación.   

Estas pateras no son las primeras ni tampoco serán las últimas. Solo en lo que va de año 2025 han llegado a Baleares más de 1.600 personas en casi 80 embarcaciones. La mayoría a través de rutas muy peligrosas, impulsadas por redes que se aprovechan del desamparo de quienes huyen de guerras, del hambre o de persecuciones en el lugar en que nacieron o se criaron. Y es que aunque algunos así lo crean, casi ninguno viene por capricho sino porque no tienen otra opción. Vienen buscando algo tan básico como vivir en lo que les han vendido como primer mundo y que después, para la mayoría de ellos, no lo es tanto.

Una primera acogida sin medios ni apoyo

Porque lo cierto es que cuando pisan tierra firme en Formentera, lo primero que se encuentran en la mayoría de los casos es que ni siquiera hay un espacio adecuado para atenderlos. A pesar de los esfuerzos de los agentes de los cuerpos y fuerzas de seguridad del estado o de ongs como Cruz Roja, no hay personal suficiente ni recursos específicos. Muchas veces ni siquiera hay una manta o una silla donde sentarse mientras la atención la asume como buenamente puede un Consell de Formentera desbordado por una situación que no acaba siendo más que una cadena de parches mal colocados.

El presidente insular, Óscar Portas, ha tenido la decencia de acercarse en persona al Puerto de la Savina y allí, tras comprobar con sus propios ojos la situación, ha dicho algo tan obvio que da vergüenza tener que repetirlo… que los migrantes no son un número ni una estadística sino que son personas y que como tal hay que tratarlas, porque lo contrario, además de ilegal, es inaceptable. Por ello, también se ha visto en la obligación de pedir algo tan básico pero al mismo tiempo tan necesario como instalar un espacio cubierto y seguro en el puerto de la Savina. No hablamos de un lujo, ni de una inversión millonaria sino de un lugar digno. Hablamos de humanidad. De sentido común. Algo que, en realidad, nunca debería estar en discusión.

La respuesta del delegado del Gobierno, Alfonso Rodríguez, ha llegado esta misma semana asegurando que «recoge el guante» y que habilitarán ese espacio en La Savina. Es cierto que más vale tarde que nunca pero también que visto lo visto, ya se llega demasiado tarde. Porque mientras se debatía el tema en los despachos, en traje y alejados de la realidad cotidiana de las pateras, el número de migrantes que llegan a Formentera sigue aumentando considerablemente demostrando que ya no se puede gestionar una crisis humanitaria como esta a base de comunicados de prensa.

También hay quien dice que el problema no es solo la falta de recursos sino la falta de voluntad de quienes prefieren que se hable solo de la isla como un lugar precioso para el verano pero invisible cuando hay que asumir responsabilidades o de quienes miran todo en función del beneficio político que les pueda reportar. Quiero pensar que esto no es así porque si lo fuera, entonces todo esto es mucho más grave. Según datos recientes publicados por distintos medios de comunicación la llegada de migrantes en patera a Baleares se ha multiplicado por diez debido a los conflictos armados, la represión política o la pobreza extrema en sus países de origen, y según cifras de la Agencia Europea de la Guardia de Fronteras y Costas (Frontex), la ruta argelina se ha consolidado como una de las más activas del Mediterráneo y en este caso la preciosa isla de Formentera, por su posición geográfica, está directamente expuesta al estar en primera línea.

Es palpable que estamos ante una situación de emergencia, como la ha definido la presidenta del Govern balear, Marga Prohens, y por eso, todas las administraciones, empezando por el gobierno de Pedro Sánchez, tienen que ponerse manos a la obra para no seguir fallando. A día de hoy ha quedado demostrado que no se ha hecho nada para solucionar problemas derivados de la llegada de pateras como son los menores no acompañados y que, aunque deberían estar bajo protección del Estado, acaban en instalaciones saturadas o, directamente, sin la atención que necesitan porque en el caso de Formentera no se da abasto. Algo que no es solo una irresponsabilidad política sino un incumplimiento legal porque la ley protege a estos menores y es entonces cuando alguien debería rendir cuentas si la ley no se cumple.

No son cifras sino personas

Más grave aún es cuando el problema se intenta reducir a un problema de números, de seguridad o de logística. No se trata de eso, se trata de dignidad, de humanidad y de justicia. Las personas que llegan a Formentera en patera no lo hacen por gusto sino porque están escapando del horror y si nosotros, como primer mundo civilizado y educado no somos capaces de ofrecerles un trato mínimamente digno durante sus primeras horas en nuestro territorio, entonces estamos fallando como sociedad.

Por eso hay que actuar con urgencia, coordinación, recursos, y sobre todo, compromiso político. No bastan los discursos ni tampoco seguir echándole la culpa al del otro partido sino políticos valientes que estén a la altura de su responsabilidad y su cargo. No hablamos de ideología. Hablamos de derechos. De legalidad. De ética. De responsabilidad institucional.

Formentera no puede seguir sola. No puede seguir apagando fuegos con las manos. No puede seguir dependiendo de una carpa prestada o de voluntarios desbordados. Necesita estructura, medios, y una estrategia clara de respuesta ante un drama como este. Y lo necesita ya porque lo que está en juego ya no es solo la vida de quienes llegan en patera sino también el tipo de sociedad que queremos y debemos ser.

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