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Borrones y tachaduras

Sánchez podría dispararle a alguien y sus socios seguirían apoyándole

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez | Foto: - Eduardo Parra - Europa Press

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En enero de 2016, en plena precampaña republicana, Donald Trump pronunció en Iowa una frase que ha quedado grabada a fuego en los anales de la desvergüenza política: «Podría pararme en medio de la Quinta Avenida y dispararle a alguien, y no perdería votos». Trump demostró lo que representa: el fanatismo acrítico, la fidelidad ciega, la impunidad de los criminales y la polarización de la sociedad.

Esa frase, que parecía propia de un populista de manual o de un líder mesiánico, encuentra hoy su eco en otro político más cercano: Pedro Sánchez. El presidente del Gobierno no ha verbalizado semejante barbaridad, pero en la práctica ha interiorizado esa lógica: haga lo que haga, diga lo que diga, traicione lo que traicione, seguirá contando con el apoyo de sus «socios de investidura». Más bien, sus extorsionadores parlamentarios.

Porque eso es exactamente lo que son: chantajistas políticos con los que Sánchez ha firmado un pacto tácito, basado no en principios ni programas comunes, sino en el intercambio puro y duro de poder por concesiones. Y la factura no la paga sólo el PSOE. La paga toda España y la disfruta Sánchez.

Todo se le perdona

Pedro Sánchez es hoy, guste o no, el político más hábil —y probablemente el más temerario— del escenario español. Ha interiorizado el "yo o el caos" como mantra de supervivencia y lo ha convertido en una forma de hacer política: resistir a cualquier precio.

Ha indultado a los condenados por el Procés, ha blanqueado a EH Bildu —brazo político del terrorismo vasco—, ha negociado con Puigdemont en el extranjero, ha impulsado una amnistía que hasta hace poco calificaba de inconstitucional y ha desmontado una a una todas las líneas rojas que él mismo había trazado.

Si ahora un juez del detestable Tribunal Supremo ha encarcelado por corrupción política al exnúmero dos del PSOE, Santos Cerdán, e investiga a su predecesor, José Luis Ábalos y a su asesor, Koldo García, ¿qué importa? Si la esposa de Sánchez, su hermano y el Fiscal General del Estado están imputados por la Justicia, ¿qué más da?

Nada de esto erosiona su alianza con aquellos que lo mantienen en La Moncloa. Sumar, ERC, Junts, EH Bildu y PNV no solo lo sostienen: lo exprimen. Porque saben que Sánchez es el único presidente posible al que pueden doblegar. ¡Y vaya si lo hacen!

«Trumpsanchismo»

Lo que quería decir Trump con su boutade de la Quinta Avenida es que su base electoral era inmune a la verdad, a los hechos, a la ética y a la decencia. Que le perdonarían todo. Que era inmune al desgaste. Y tenía razón: ni los escándalos fiscales, ni los abusos de poder, ni las mentiras reiteradas ni siquiera el asalto al Capitolio han logrado disolver a la mayoría social que lo idolatra.

Sánchez no despierta tal fervor, pero sí ha construido un ecosistema parlamentario que funciona con la misma lógica: le apoyarán siempre que les siga dando lo que piden. No importa que el conjunto del país se resienta, que no tenga apoyo social, que incumpla sus promesas electorales, que la equidad territorial salte por los aires, que el principio de igualdad entre españoles sea una broma o que la separación de poderes se desdibuje.

Catalunya

Ya no se trata de amnistiar a quienes intentaron romper el país, ni de convertir en víctimas a los delincuentes. Tampoco de reescribir la historia del 1-O o de forzar a los jueces a tragar con ruedas de molino. Ahora estamos ante otro escenario: la independencia fiscal de facto a Catalunya.

Porque eso es, ni más ni menos, lo que Junts y ERC han puesto sobre la mesa: un sistema de financiación propio, como el concierto vasco, que deje a Cataluña fuera del régimen común, libre para recaudar y gestionar todos sus impuestos y para decidir, además, cuánto aporta a la solidaridad interterritorial. Es decir, para romper de forma definitiva la caja única y el principio de redistribución que sustenta el Estado del bienestar.

El PSOE ha abandonado cualquier vínculo con el socialismo clásico para convertirse en una maquinaria de poder cuya única misión es blindar a su líder. Cueste lo que cueste. Porque lo que está en juego no es solo la integridad territorial de España o la igualdad ante la ley. Lo que se erosiona es la idea misma de democracia como sistema basado en normas, principios y límites. Y cuando un gobernante percibe que no hay límites, que todo se le permite... entonces ya no es un presidente. Es un caudillo con urnas. Como Donald.

3 comentarios

user Daviluchoibz | Hace 6 meses

La credibilidad de este “periodista" deja bastante que desear, por decirlo suavemente…

user Nick74 | Hace 6 meses

Tía de la varaNo está diciendo nada que no sea verdad , haga lo que haga le van a seguir apoyando y votando

user Tía de la vara | Hace 6 meses

Éste señor que dice ser periodista, simplemente es un patético mercenario sin la más mínima ética profesional

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