El príncipe Massimo fue capturado durante una de las tantas batallas con las que el genio bélico de Napoleón sembró de guerra los campos de Europa. Cuando ambos hombres estuvieron frente a frente, el corso preguntó al romano: «Mi querido príncipe, creo que usted desciende de Fabius Maximus, quien lideró los ejércitos de Roma contra Aníbal en el 217 antes de Cristo». Massimo respondió: «Mi querido emperador, en realidad no puedo probarlo, pero ha sido un rumor en la familia durante los últimos mil años».
En Ibiza el rumor milenario es que durante la estancia cartaginesa fue la isla más hedonista del mundo. Escipión no pudo rendir sus murallas y aún así se llevó el mayor botín que pudo lograr en las guerras púnicas. Eso da fe de la riqueza de la Ibiza fenicia, donde no solo querían vivir tantos potentados de la antigüedad, sino también irse al otro barrio, pues corría entonces la leyenda que el paso al más allá era más dulce, tal vez gracias a la presencia tan cachonda como benévola del dios Bes que da nombre a la isla. Eros y Tánatos en viñas y tumbas por doquier, como diría algún viajero griego
Tres mil años después Ibiza vuelve a ser epicentro planetario y mito de los sueños de occidente. Da la sensación de que todo el mundo quiere venir, desde la patera del migrante argelino al pepino náutico del oligarca encerrado en aire acondicionado; y al sofoco estival y baño de multitudes se cierne una masificación que hace pensar que se puede morir de éxito. De ahí que ciertos límites sean necesarios, máxime cuando las infraestructuras están claramente sobrepasadas. La amenaza es real, pero el sueño de Ibiza permanece, regalando luxe, calme et voluptè a quien sabe ir por libre.