El caique reunía una tripulación pirata digna de Stevenson y Salgari. Navegamos por A Rábida, terra de María, por unas aguas esmeraldinas que nos llamaban con canto de sirena. Danza, vino, cánticos y poesía; gozos marineros y éxtasis vital; mar sesgo, viento largo, estrella clara. El aire de Comporta es vibrante y amoroso y tiene el magnetismo del Atlántico. La marinera, poética y cortés Portugal es tierra hermana de España, donde uno se siente en casa, especialmente cuando se está en maravillosa compañía de bebedores, bellezas danzantes, jugadores y artistas vitales.
La egiptóloga Fátima Basa me habló hace años de este paraíso al que he llegado gracias a los deseos de un genio irlandés. Las arenas son más finas que las del desierto y sus casas, usos y costumbres, ciertamente más agradables. Hay un ambiente estimulante y los arrozales reúnen una fauna variopinta de pájaros de diverso pelaje, viajeros y nómadas en busca buen gusto y la aventura que siempre te sale al encuentro cuando estás erotizado por la vida. Y ahora me pregunto: ¿Las cigüeñas, vienen de París o de Comporta?
Pues en medio de la vorágine bueno es reconocer las maravillas que nos asaltan a cada instante. El placer está donde uno lo encuentra, sí, y puedes ir con los ojos cerrados, cual lunático en romance sonámbulo que de pronto los vuelve abrir y se fascina con las vueltas que ha dado el mundo; o plenamente consciente en el sueño de la vida, siempre estimulante mientras no seas un bolas triste. El corazón alegre es un don maravillosamente contagioso y aquí, en Comporta, es fácil seguir la corriente amantísima de los enamorados de la vida.