El PSIB insiste en que aquí no pasa nada, que todo es humo, que los vínculos con la trama Koldo son un malentendido. Pero los mensajes entre Koldo García y Marc Pons ya forman parte de la historia política balear como prueba de que el «todo queda en casa» sigue más vivo que nunca.
El contexto ya lo sabemos: Ábalos, Víctor de Aldama, Armengol, mascarillas, hidrocarburos y millones de euros dando vueltas como fichas de casino en manos de novatos jugadores socialistas. Y en medio, el fiel Koldo, que no dudó en enviarle a Marc Pons —exconseller y luego jefe de gabinete ministerial— un WhatsApp de lo más entrañable: «¿Te puedo ver 15 segundos para darte los papeles?». Papeles que, casualmente, eran de Villafuel, empresa investigada por la Audiencia Nacional por un presunto fraude millonario. A esta lucrativa relación de amistad se suma el célebre «Cariño, te mantengo informada» de Koldo a Armengol.
Y aquí llega la genialidad del PSIB: asegurar que Pons no contestó. Como si el silencio fuera una vacuna ética, una garantía moral, un salvoconducto de pureza. «No contesté, luego no existo».
La cuestión no es si Pons pulsó o no el botón de responder. La cuestión es que alguien de la dirección del PSIB era considerado por la trama corrupta como un interlocutor útil, un canal y un medio de acceso a los fondos públicos. Y eso ya erosiona la credibilidad de un partido que presume de transparencia pero acumula sombras.
El PSIB quiere hacernos creer que basta con callar para quedar limpio. Pero los ciudadanos saben que, en política, lo que no se dice a veces pesa más que lo que se dice. Y si «no contestar» es la nueva doctrina de higiene socialista, que no se sorprendan si los votantes aplican la misma lógica: no contestarles en las urnas.