El arranque del curso escolar en Ibiza vuelve a poner sobre la mesa una realidad que se repite como un ciclo constante: aulas convertidas en auténticas saunas, con temperaturas que rozan los 35 grados y convierten el aprendizaje en una prueba de resistencia. No hablamos de una anécdota pasajera, sino de un problema crónico que, año tras año, se denuncia sin que llegue la solución definitiva. Sindicatos de enseñanza llevan tiempo advirtiendo que este calor insoportable no sólo genera incomodidad, sino que atenta contra la salud de docentes y alumnado porque nadie puede concentrarse, enseñar o aprender en un ambiente que supera los límites de temperatura que la propia normativa laboral establece. Resulta inconcebible, indicaron, que en oficinas se garantice un máximo de 27 grados y que, mientras tanto, se permita que escolares y profesores soporten cinco, seis o hasta diez grados más. La falta de climatización en los centros educativos de las Pitiusas es, además, un reflejo de la desigualdad territorial. En plena era de la transición energética y los fondos europeos, ¿cómo es posible que no se haya desarrollado ya un plan serio de auditoría del estado de las instalaciones? El acuerdo firmado en 2023 incluía precisamente un plan de climatización que debía estar en marcha antes de que terminara el curso pasado. Al respecto, el conseller de Educación reconoció esta situación en algunos centros, pero explicó que primero hay que resolver problemas estructurales de los edificios. La pregunta es inevitable: ¿Qué hay más estructural que garantizar que las escuelas sean espacios habitables? Sin sombra en los patios, sin ventilación adecuada, sin climatización en los interiores... Todos los centros deberían cumplir su función mínima: ofrecer condiciones dignas para enseñar y aprender.
Aulas como saunas en Ibiza
Un ventilador en el aula de un colegio de Ibiza | Foto: Archivo
Vanessa Hernández | Ibiza |