«Al principio fue muy duro porque no teníamos mucho éxito, pero la ley te decía cuando tenías que cerrar pero no cuando tenías que abrir, así que a las 6 cerrábamos y a las 8 horas abríamos. Era increíble cerrar a las 6 y a las 7 horas ya había gente haciendo cola para entrar. Se juntaba la gente que empezaba el día y la gente que no quería que se acabara el día. En la terraza podías desayunar y bailar». Yo mismo oí a Pepe Roselló , fundador de Space Ibiza contar esta historia en el salón de actos del Hard Rock Hotel en mayo de 2016, durante el International Music Summit. ¡Qué cuajo tiene la cacatúa! Presumía de regentar aquel «after donde enloqueció medio mundo» y donde la música sonaba 22 horas non-stop al aire libre. Ahora exige, desde Trasnochados de Ibiza, integrada por 16 incautos, «desligar la marca de Eivissa de la imagen de isla discoteca, lo que implica poner fin a la fiesta non stop, que nos conduce inexorablemente a un modelo turístico de saturación y caos».
Critica el exceso de ruido, las fiestas interminables y la falta de control, olvidando que él fue el maestro de ceremonias de todo eso. Pide modificar el actual horario del ocio diurno y nocturno, para que la actividad musical en hoteles, restaurantes, etc. acabe a las 20 horas y a las 22 comience el de salas de fiesta y discotecas hasta las 6 de la mañana en toda la isla. Para ser tomado en serio, hace falta menos cacareo y más coherencia. Es grotesco que quien hace 9 años presumía de discoteca abierta 22 horas al aire libre —qué poco le importaban entonces las molestias que Space causaba a los vecinos de Sant Jordi— ahora quiera estabular a los clubbers para que hagan lo que él diga. ¿Otra vez? Roselló no tiene ninguna credibilidad y arrastra al ridículo —y a la irrelevancia más absoluta— a los 16 trasnochados que le siguen, imposible entender por qué.