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Extracto de Frankenstein

Fotograma de la película «El doctor Frankenstein» (James Whale, 1931) | Foto: R.I.

| Ibiza |

He visto docenas de películas y series sobre Frankenstein y similares, y leído centenares de libros acerca de este clásico universal, así como múltiples narraciones parecidas de criaturas monstruosas, biológicas, mecánicas o ambas cosas, porque el Frankenstein de Mary Shelley, con sus antecedentes y secuelas, es un vasto género literario y cinematográfico que abarca desde los mitos griegos hasta el replicante de Blade Runner aplastando con las manos la cabeza de su creador. Su padre, por así decir. Pero claro, Frankenstein es Frankenstein, y naturalmente también vi hace unos días la versión en Netflix de Guillermo del Toro, gran especialista en monstruos y según cuenta enamorado desde niño del relato original que escribió en 1816 una muchacha de 19 años. No es mi intención hacer crítica cinematográfica, sino entender el extraño malestar que me produjo contemplar esta última versión de la Criatura, película excelente pero un verdadero extracto condensado de Frankenstein, y por tanto, muy explícito, exagerado, enfatizado y exprimido. Como si acarrease más dos siglos de símbolos, interpretaciones, datos y estudios sobre Frankenstein y sus significados, y estuviese a su vez confeccionado con múltiples pedazos del propio Frankenstein, el colmo de lo frankensteniano. ¡Un monstruo hecho de trozos dispersos del mismo monstruo! Pesada    carga, desde luego, sabemos ya demasiado de Frankenstein. Del Toro lo sabe todo, y Mary Shelley no sabía nada, tampoco sus lectores de entonces, de modo que cuanto más fiel al original se pretenda (no lo pretende mucho), más se aleja de él. Digamos que Del Toro no inventa nada, pero es como si se lo inventase todo, igual que en Pierre Menard, autor del Quijote, de Borges. Los doctos aseguran que esa es la virtud de los clásicos, que acumulan matices y significados con el tiempo, y se vuelven irreconocibles para el propio autor (Sherlock Holmes, la Odisea), pero a mí no sé si me parece virtud o maldición. Mi raro malestar con este extracto concentrado de Frankenstein acaso fuese nostalgia del Frankenstein de Mary Shelley, tal como fue escrito hace 200 años. Sin nada más. Imposible leerlo así, aunque lo tengas a mano como era mi caso.

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