Quienes hemos conocido de cerca el infierno de una mujer amenazada, coaccionada, insultada, vejada o agredida por su pareja o expareja, sabemos que el daño es mucho más profundo porque no afecta únicamente a la mujer víctima. También afecta enormemente a hijos, padres, hermanos y amigos. La violencia que muchas mujeres soportan por el simple hecho de serlo, destruye hogares y dejan un rastro de culpa y silencio que cuesta años remontar, si es que algún día lo hace. Cada 25-N repetimos lo mismo: dolor, indignación, minutos de silencio, manifestaciones y protestas. Y, sin embargo, aquí seguimos, con cifras escandalosas a las que no nos resignamos. ¿Cómo hemos podido llegar al punto de que alguien crea tener derecho a destrozar la vida de la persona con la que compartió techo, hijos y proyectos? Pero me cansa la hipocresía institucional y el postureo digital. Ver a algunos inundar las redes con frases grandilocuentes mientras faltan agentes en las comisarías y fallan pulseras telemáticas. Mucho lazo morado, mucha foto, mucho tuit, pero siguen las carencias a la hora de proteger a las mujeres. Unos utilizan la violencia de género para golpear al adversario, otros la minimizan o la retuercen para vender su discurso. Y mientras tanto, casos reales, mujeres reales, siguen sin protección adecuada. Quien de verdad ha acompañado a una víctima sabe que lo último que necesita es propaganda. Pero también debemos criticar el feminismo fake. Ese que grita consignas y señala enemigos imaginarios pero que mira hacia otro lado cuando se excarcela a agresores o se aprueban leyes que rebajan penas por delitos sexuales. Ese feminismo que antepone la ideología a las víctimas y termina haciéndoles un daño añadido. O nos ponemos serios con medios, prevención, justicia y protección, o seguiremos sumando nombres a una lista que debería haberse acabado hace décadas.
Opinión
25-N: menos postureo y más protección real
Imagen de archivo de la manifestación del 25-N el año pasado en Ibiza | Foto: Alejandro Mellon
Joan Miquel Perpinyà | Ibiza |