Les voy a contar una cosa. Casi una confesión. Un secretillo entre ustedes y yo… hacía mucho tiempo que no veía un acuerdo que me emocionara tanto como el de esta semana. Hacía tiempo que algo no me despertaba una sonrisa por la mañana como la noticia de que por fin se equipara el plus de insularidad del personal del Estado en Baleares al de Canarias.
Y es que ha llegado el día en que se ha llegado un acuerdo para conseguir ese logro que parecía imposible. A esa reivindicación repetida una y mil veces. A esa promesa que siempre quedaba «para más adelante» y que nunca llegaba. Ese sueño imposible para tantos y tantos trabajadores que consideraban a las islas de Ibiza y Formentera como destinos castigo. Y todo ello a partir de 2026, en apenas algo más de un mes, después de tanto y tanto tiempo soñando con ello.
Tal vez muchos de ustedes piensen que soy un exagerado y crean que esto de lo que les hablo es solo un trámite administrativo pero créanme si les digo que después de 16 años viviendo en la isla de Ibiza, este acuerdo tiene un significado mucho más profundo. Tanto que es la primera vez en mucho tiempo que siento que, al menos en algo, se nos ha escuchado desde el Gobierno central.
Además, detrás de este acuerdo no hay solo números. No hay solo un 9% de subida. No hay solo un 4% más en 2026. No hay solo equiparación salarial. Detrás de este acuerdo hay dignidad, justicia y el mensaje que hacía falta escuchar de que no estamos solos y de que la situación de los funcionarios del estado importa y mucho. Y al mismo tiempo, también es una confirmación por parte de los que han mirado para otro lado desde hace tanto tiempo de que son conscientes, al menos un poco, de que Ibiza no es un simple decorado, un parque temático de las vacaciones, un lugar que explotar para ganar dinero… sino un lugar que para muchos trabajadores era considerado como un destino castigo. La confirmación de que al menos se han dado cuenta un poquito de que vivir aquí no cuesta lo mismo que en otros sitios por más que muchos piensen que sigamos siendo hippies, vistiendo de blanco y lino, y viviendo a la sombra de una palmera o en una casa de madera en la playa.
DEJAR DE SER UN DESTINO CASTIGO PARA SER UN DESTINO ESCOGIDO
Y todo ello en una situación que afectaba a muchas más personas de las que nos pensamos. Policías, guardias civiles, funcionarios de prisiones, trabajadores de la administración general del Estado… personas como usted y como yo que sostienen servicios esenciales y que, paradójicamente, tenían dificultades para mantenerse en la isla donde se les destinaba. Viviendo en una situación que era del todo insostenible y que como todo lo insostenible se acababa rompiendo, haciendo pedazos. Y por eso siempre faltaba personal, faltaban plazas por cubrir, por eso tantos pedían traslado o simplemente muchos, muchísimos, ni se planteaban venir.
Era imposible poder competir con otros lugares de la Península ni con Canarias, donde además de ser un lugar precioso también tenían un plus de insularidad superior. Atraer talento y mantener servicios públicos sólidos era un pulso perdido de antemano. Una quimera. Una utopía. Pero ahora, por primera vez en mucho tiempo, parece que esto puede cambiar. Que algo se ha corregido y que por fin, al menos podremos jugar en igualdad de condiciones. Once contra once y con un mismo balón para todos.
Y si esto ha sido posible ha sido gracias a los sindicatos. Sí, a los sindicatos, aunque a muchos de ustedes les suene a ironía se lo digo totalmente en serio. Y es que en estos tiempos raros en los que parece que agradecer está pasado de moda y todo se critica, todo se señala y todo se pone en duda, hoy toca decirlo bien claro. Hay que dar gracias a los sindicatos por insistir, por negociar, por presionar y por no bajar los brazos.
Porque es muy fácil decir «los sindicatos no hacen nada», o repetir el estribillo de barra de bar. Pero cuando llegan acuerdos como este, tan necesarios y tan peleados, conviene hacer memoria. Este avance no cayó del cielo. Lo empujaron ellos. Lo trabajaron ellos. Y lo firmaron ellos junto al Gobierno central y hoy, gracias a esa insistencia, miles de trabajadores del Estado dejarán de estar en desventaja por vivir en Baleares. Y eso, señores, tiene valor y merece reconocimiento.
OJALÁ ESTO SEA UNA PUERTA, NO UN PREMIO AISLADO
La equiparación del plus de insularidad es un paso enorme, pero también sería un error de igual calado celebrarlo como si ya hubiéramos llegado al final del camino. Como si esto fuera lo único necesario para atraer funcionarios a la isla con facilidad. No, ahora la clave está en seguir trabajando para conseguir que quieran quedarse y para eso aún hace falta mucho más que un incremento salarial. Aún tenemos mucho trabajo por delante para que Ibiza no sea un castigo económico. Para que vivir aquí no sea un sobresalto continuo y para que los trabajadores públicos, los privados, los autónomos o cualquier ciudadano de a pie tenga la oportunidad real de quedarse.
Y es aquí, precisamente, donde me sale la vena crítica por más que esté de celebración por lo conseguido. Porque sí, porque es un acuerdo histórico y necesario pero no es suficiente. Porque de nada servirá esta subida si siguen subiendo los alquileres. De nada servirá esta subida si una habitación supera el sueldo. De nada servirá esta subida si los precios de los supermercados siguen este ritmo. De nada servirá esta subida si una pareja joven tiene que seguir haciendo malabares para malvivir aquí. De nada servirá esta subida si seguimos expulsando población sin querer admitirlo.
16 AÑOS DESPUÉS, SIGO CREYENDO QUE LA ISLA LO MERECE
Y tal vez piensen que soy un exagerado pero llevo 16 años sufriendo en mis propias carnes esa dicotomía tan especial que solo tiene Ibiza, que o te enamora o te echa, sin término medio. Llevo 16 años viendo a gente maravillosa tener que abandonar la isla, viendo cómo una vida prometedora se convierte en una lucha agotadora o simplemente viendo cómo se normaliza lo que jamás debería normalizarse, y al mismo tiempo, también he visto la otra cara, la bonita, la maravillosa, de personas enamorarse de Ibiza, de familias reconstruirse aquí, de profesionales apostar por hacer carrera aquí o de trabajadores dejándose la piel para que esto funcione.
Y déjenme ser iluso. Pasarme de optimista y creer al menos durante unos meses que hoy, gracias a este acuerdo, estamos un milímetro más cerca de la Ibiza que queremos. De la Ibiza vivible, no solo visitada y esquilmada. De la Ibiza hogar y no solo escaparate. De la Ibiza sostenible y no solo rentable. Ojalá este acuerdo sea el primero de muchos y ojalá esta subida sirva para atraer a funcionarios que antes descartaban venir.
Ojalá quienes ya están aquí sientan que la isla no les da la espalda y ojalá este acuerdo haga más fuerte nuestra sanidad, nuestra seguridad, nuestra justicia, nuestra administración.
Y ojalá sea, simplemente, la prueba de que cuando se pelea y se insiste, se consigue. Pero sobre todo… ojalá sirva para que Ibiza deje de ser un examen diario de resistencia. Ojalá sirva para que vivir aquí vuelva a ser un proyecto posible. Ojalá sirva para que nadie más tenga que elegir entre la isla que ama y la vida que necesita. Y, sobre todo ojalá sirva para que dentro de unos años miremos atrás y digamos a nuestros hijos y a nuestros nietos… «Aquel acuerdo de finales de noviembre de 2025 fue el principio de todo lo bonito que vino después y ahora disfrutamos».
Ojalá!