El trecho entre los enunciados «soy feminista porque soy socialista» y «la Carlota se enrolla que te cagas», pronunciados por la misma persona, José Luis Ábalos, actualmente en prisión preventiva, resume la idea de un feminismo con pies de barro. Las dos frases fueron pronunciadas cuando el interfecto todavía era el todopoderoso adjunto de Pedro Sánchez en el gobierno y en el partido. Como si la caída de la guardia pretoriana del presidente hubiera abierto la espita del conocimiento de los casos de presunto acoso/abuso sexual, se suceden las denuncias contra dirigentes del sanchismo que invalidan años de feminismo y evidencian que no era tanto una cuestión de principios como una mera estrategia electoral para intentar captar el trascendental voto femenino.
Francisco, llámame Paco, Salazar aunque hasta ahora era un perfecto desconocido fuera de su partido, ejercía de jefe absoluto de la sala de máquinas del sanchismo. A punto de convertirse oficialmente en el sustituto de Santos Cerdán en la influyente secretaría de Organización, salieron a la luz denuncias por acoso sexual después de haber permanecido meses en un cajón de la Moncloa y del partido, con el ánimo supuesto de proteger a quien habría desempeñado el cargo de mayor importancia en la estructura partidaria después de Sánchez y María Jesús Montero. Cerdán, que ha pasado por la cárcel y no es descartable que con el tiempo tenga que volver a ella, había relevado a su vez al ex imprescindible Ábalos, ya suspendido como diputado precisamente por su encarcelamiento junto con Koldo García.
Como si de una mancha de aceite se tratara también han entrado en la lista de presuntos acosadores el presidente de la Diputación de Lugo, ya dimitido, y el líder del sanchismo de Torremolinos, cuya denuncia contra él también permanecía olvidada oficialmente hasta que la concejal acosada acudió a la Fiscalía por la falta de actuación de su formación política. La oleada de denuncias no es exclusiva del sanchismo, también el PP entra en el siniestro registro con su alcalde de Algeciras, aunque en este caso la delación procede del partido de Pedro Sánchez. Aunque nunca trascendió, hace unos años, durante el segundo mandato de la izquierda en Balears, circuló entre un reducido grupo de personas un video mostrando a un dirigente político, probablemente con una elevada tasa de alcohol en sangre, intentando manosear a una joven militante de su mismo partido en un concierto multitudinario hasta que la muchacha, agobiada, fue a solicitar protección al dirigente de otro grupo también presente en el evento.
Los actuales protagonistas de la crónica de la vergüenza, Ábalos, Koldo, Cerdán, Salazar y, por otras causas judiciales, Leire Díaz y el ex presidente de la Sociedad Estatal de Participaciones Industriales (SEPI), enlazan con aquellos casos que tuvieron su momento de esplendor como el del Tito Berni o el de Faffe, la Fundación Andaluza Fondo de Formación y Empleo, que repartía tarjetas black para los gastos en lupanares de lujo. Y a todo esto, «esa reunión (Pilar Alegría con Salazar) no debería haberse producido, fue un error», un caso que Pedro Sánchez atribuye a «error en la velocidad de tramitación» de las denuncias, por lo que, dice, «asumo en primera persona la responsabilidad». ¿Y ya está?