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Opinión

Que la Navidad pase rápido

| Ibiza |

Cada Nochebuena cenamos toda la familia en casa de mis padres. Pero desde que falta mi madre, pronto hará cuatro años, nada es lo mismo y no creo que nada vuelva a ser como antes. Su lugar en la mesa lo ocupa ahora mi hermana mayor, pero para mí es como si estuviera vacío. No me pregunten por qué, pero es como si la matriarca siguiese presidiendo la cena, dirigiendo la pequeña orquesta que viene a ser toda familia. Ustedes me entienden. Inevitablemente, por estas fechas, me invade la melancolía y aunque trato de mostrarme duro e impávido, es despedirnos, subirme al ascensor y a salvo de todos, excepto de mi marido, derrumbarme. No puedo evitar llorar, aunque tampoco me esfuerzo en hacerlo. Terminada la cena, se me hace un nudo en la garganta que sólo desaparece tras dejar de contener el llanto y dejar que las emociones fluyan, en especial la pena y la añoranza de alguien a quien, a pesar de la ausencia, amas como si no se hubiera ido. La huella que deja la mujer que te dio la vida, te crió, te cuidó, te mimó, te educó, te transmitió los valores que te guían, es imborrable. A veces pienso que cada año que pasa, mi madre está más presente. Al menos lo está en mis pensamientos y en mis oraciones. Pero la Navidad para mí es distinta desde hace cuatro años. Antes era alegre y feliz; ahora se ha convertido en triste y gris. Deseo que pase cuanto antes. Antes de fallecer, María Teresa estuvo tres largos meses en el Hospital Joan March, donde recibió cuidados paliativos. Yo la visitaba casi cada día. No puedo evitar recordar que muchos pacientes allí ingresados no recibían ninguna visita. ¿No les parece espantoso? Lo que yo daría por volver a darle un beso en la frente y tomar su mano, como ella hizo mil veces antes conmigo. ¡Qué espanto la Navidad! Ojalá pase pronto y volvamos a la normalidad. Ustedes perdonen que les agüe la fiesta.

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