El Ministerio de Sanidad ha publicado una nueva ley que obliga a usar la mascarilla siempre, incluso en playas y piscinas, hasta el fin de la pandemia. La norma ha generado una corriente importante de malestar por una restricción a todas luces exagerada que impactará, además, negativamente en los mercados turísticos.
El Consejo Interterritorial abordará hoy que cada autonomía pueda matizar una norma que no debió ser promulgada en estos términos. Al lógico hartazgo de los ciudadanos tras un año de restricciones, de malas noticias y, en el peor de los casos, de secuelas o pérdidas de familiares o seres queridos, se suman las continuas ceremonias de la confusión de unos gobernantes que no generan confianza ni con sus obras ni con sus declaraciones.
La Conselleria de Salud debe luchar para evitar que pasear por el campo o tomar el sol en la playa o en la piscina dejen de ser un momento de esparcimiento amable. Ello, obviamente, no significa avalar los comportamientos irresponsables, ya que es posible compatibilizar estos momentos al aire libre sin mascarilla siempre que se mantenga la distancia social, como siempre han defendido los expertos. Al menos hasta ahora. Cansa tanta contradicción en la gestión de esta pandemia.