Toni Montserrat (Ibiza, 1974) presenta este sábado 22, a las 19 horas en el Palacio de Congresos de Santa Eulària su segunda novela, ‘Mala Mar' (Plaza y Janés), tras el éxito de su ópera prima ‘Isla Negra' (Plaza y Janés). Montserrat no abandona el siglo XIX en el que ambientó la Ibiza de ‘Isla Negra' para trasladarse a Mallorca para narrar un ‘thriller' ambientado bajo un estricto trabajo de documentación histórica.
—Segundo libro en un año, ¿el éxito de ‘Isla Negra' le empujó a escribir esta segunda novela?
—Un año justo, sí. 'Isla Negra' salió el 1 de junio de 2023 y este sábado presentamos ‘Mala Mar' 12 meses y 18 días después. Mi sueño era que la gente de Ibiza sintiera ‘Isla Negra' como algo propio, que se identificara con el libro, y la verdad es que no puedo estar más feliz porque se ha cumplido. Una de las cosas que me ha satisfecho es que mucha gente me ha reconocido que se ha reenganchado al hábito de la lectura a partir de ‘Isla Negra'.
—Su nueva novela está ambientada en Mallorca, ¿pretende que ocurra lo mismo allí?
—La idea de ‘Isla Negra' se sigue manteniendo en ‘Mala Mar'. Me refiero a partir de la base de los libros del archiduque Luis Salvador y explicar cómo eran la Ibiza, en el primer caso y la Palma en este, de su época. Para ello me he documentado exhaustivamente para poder tener la foto lo más exacta posible de ese momento histórico. Para Ibiza me fue más fácil, porque el archiduque lo escribió en 1868 y describía exactamente a Ibiza de ‘Isla Negra'. En cambio, para Mallorca escribió varios libros en varias épocas, lo que me ha obligado a buscar otras fuentes para asegurarme de cómo era Palma en 1866. Y es que la historia transcurre en el carnaval de ese año durante nueve días concretos: del 8 al 17 de febrero. Si me pusiera a contar horas, estoy seguro de que he pasado más tiempo documentándome que escribiendo.
—Tanta dedicación a la documentación, ¿se trata de un libro histórico?
—La historia es ficticia. Al contrario que en ‘Isla Negra', el asesinato no es real. Donde sí soy de lo más riguroso es en el contexto, la arquitectura y en los personajes del momento. Como el alcalde, el gobernador, sus ideologías y todo lo que había estado sucediendo entonces. Es una comunión entre personajes ficticios y personajes reales en una ambientación rigurosamente real. Pretendo que tenga la calidad informativa de un ensayo: quien hace el esfuerzo de leer la novela merece el respeto de contarle la verdad. La trama transcurre en febrero, entre agosto y noviembre del año anterior hubo una epidemia brutal de cólera que afectó significativamente a la población. Por un lado por los 2.000 muertos que hubo y, por otro, por la experiencia que supuso para la población. Palma quedó prácticamente desierta. Las familias abandonaban a los enfermos por miedo al contagio.
—¿Le ha servido su experiencia en la pandemia del Covid para plasmar la del cólera de hace dos siglos?
—Obviamente, el momento es muy distinto. Pero en casos como estos se pone a la población en una situación extrema y entra en pánico. Esto saca lo mejor y lo peor de las personas. Donde unos huían de Palma dejando morir a sus familiares en casa, otros entraban por las ventanas para ver si había alguien y rescatarlo. El contexto que he elegido para el libro es el de post-cólera, en carnaval porque me hacía gracia que la gente, tras el drama, tuviera una excusa para divertirse y relajarse además de ir tras las máscaras con el misterio que supone no saber quién hay detrás.
En el caso de Palma en el siglo XIX las distintas corrientes políticas interpretaban cómo actuar ante una pandemia de manera coordinada sin los conocimientos necesarios. Además, el gobernador era conservador y el alcalde era progresista. El gobernador fue el responsable de una gestión nefasta de la pandemia, movido por la intención de cargarse al alcalde, que costó cientos de muertos. Las tensiones políticas, también a nivel nacional eran importantes con Prim huyendo tras intentar un alzamiento nacional contra Isabel II. El caldo de cultivo político de aquella época era muy denso y las cotas de cinismo eran brutales.
—¿Es comparable el ambiente político de entonces con el de ahora?
—Aunque no me he parado a analizarlo políticamente, creo que lo hemos superado. No se puede aceptar ni justificar la mentira de los políticos. Es inaceptable. Hoy la política funciona a base de Twitter, sin contenido, para que los tuyos, que suelen ser unos ‘hooligans', te den la razón sin ninguna reflexión detrás.
—Volviendo al libro, ¿ha tardado mucho en prepararlo?
—Menos de un año. Me puse en octubre, pese a tener en marcha otro sobre Ibiza, preferí empezar desde cero a partir del personaje de Guasch en una isla distinta. Acabé en abril. Algo más de siete meses de dedicación total. Lo sacrifiqué todo para poderme centrar en el libro. Para el primero tardé cinco años que me sirvieron de máster con todo el proceso de revisión y corrección. El Toni Montserrat de ‘Mala Mar' está mucho más evolucionado que el que escribió ‘Isla Negra'. Más allá de las correcciones, que han sido infinitamente más cortas, también tengo asumido el contexto histórico. Mi intención es hacer una serie y pasar por todas las islas. La próxima será Menorca, sobre la que ya me estoy documentando, y también pienso hacer una sobre Formentera además de alguno más sobre Ibiza. Uno de mis objetivos es escribir sobre la época de la construcción de las murallas renacentistas de Ibiza. Cuando el baluarte de Santa Llúcia era el Puig de Santa Llúcia y había un arrabal con la Iglesia de los Socorros, que arrasaban los piratas cada vez que venían.
—Desde sus conocimientos, ¿considera que había mucha diferencia entre las islas en el siglo XIX?
—Totalmente. Cada isla era de su padre y de su madre. Mientras la Pitiusas eran auténtica miseria en todos los sentidos, más allá de los ‘Mossons' de Dalt Vila. En Mallorca la estructura social era mucho más rica, desde una aristocracia con todos sus matices por arriba, hasta la pobreza más absoluta por abajo, pasando por los ‘xuetes', que eran descendientes de los judíos conversos y numerosas órdenes religiosas. Los orfanatos llegaban a tener 700 niños. De hecho, la orden que gestionaba ese orfanato, la Inclusa, se fundó para ello y era la de las Agustinas Hermanas del Amparo, que mucho tiempo después vendrían a Ibiza para fundar el Colegio de la Consolación y el de las monjas de Sant Jordi. La verdad es que me lo paso bomba descubriendo estas cosas. Vas encontrando este tipo de cosas y cada vez te vas emocionando más. Cada una de ellas es una pincelada que vas incluyendo aquí y allá y, entre todas, acaban completando el cuadro de la realidad ambiental de esa época.
—¿Ha pensado alguna vez en que sus novelas se lleven a la gran pantalla o como serie?
—La verdad es que, mientras escribía el primer libro, nunca pensé en que se fuera a publicar y lo publicó Plaza y Janés, todo un privilegio. Respecto al audiovisual, solo lo pienso cuando me lo preguntan. Obviamente que me gustaría, pero no pierdo el tiempo pensando en ello ni en dar ningún paso en ese sentido. Si tiene que llegar, llegará. La única obsesión que tengo es la de escribir la mejor historia dentro de mis posibilidades y si, como dice Javier Moro, un día alguien del mundo audiovisual la descubre y le gusta, ya se verá. Sin embargo, reconozco que he estado viendo la serie ‘Hierro' y me fascinó la manera en la que director y guionista, los hermanos Coira, han contado y solucionado la historia.