José Boto deja huella por donde va y el próximo día 7 lo hará en el Parc Reina Sofia a partir de las 22.00h. Con su humor inconfundible, Boto llega con un espectáculo familiar, en el que niños y adultos tienen su espacio para reír, porque si algo sabe hacer Boto es conectar con público de todas las generaciones.
—¿Qué nos traes el día 7?
—El día 7 vengo con dos canallas del humor, como son Jesús Arenas y José Campoy. Será un espectáculo de humor muy directo, muy cotidiano y riéndonos un poco de nuestro día a día, de vivir a 1000 y reír a 100. Hay que frenar y hay que reír. Es un espectáculo de humor para toda la familia, donde habrá música, imitaciones, chistes y habrá improvisación con el público. Todo de una manera muy natural, muy fresca y sobre todo riéndonos con la gente no riéndonos de nadie. Es importante distinguir, reírse ‘con’ a reírse ‘de’.
—Ya eres un habitual de las fiestas...
—Igual que se apuesta por la música, agradezco que el ayuntamiento siga apostando año tras año por el humor, porque igual de importante es en las fiestas bailar como reírse. Sobre todo apostar por el humor familiar, que no se dicen tacos y que se puede ir con los niños. Es verdad que los niños no entienden la ironía ni el doble sentido, pero genial porque ni padres, ni madres, ni abuelos se sienten avergonzados al llevar a sus nietos o a sus hijos a un espectáculo de humor. No se dice ninguna palabra malsonante y se juega con el doble significado de muchas palabras. Yo como padre lo agradezco.
—¿De dónde coges las ideas?
—Cada día la vida te va sorprendiendo y las ideas no se agotan. Nosotros hacemos un humor muy de observación, observamos cómo está la gente, cómo va el trabajo, cómo se comporta en pareja, con los niños. El humor está siempre fresco. Mientras siga la vida el humor seguirá.
—¿Y que observas ahora?
—Yo ahora hablo mucho de los nuevos educadores que son en verano los abuelos. Hablo del cambio que hay en los juegos con los niños de ahora empezando por los parques, los columpios, los toboganes. Ya no son para nada los toboganes de hierro que nosotros teníamos. El suelo ahora en cualquier parque está acolchado, el niño bota. Nosotros nos caíamos y nos hacíamos una rozadura. Ahora el abuelo pregunta, ¿cuándo nos vamos? Cuando deje de rebotar el niño. Aún así nos los pasábamos bien. Antes te hacías sangre y venía tu madre y con un poquito de saliva, te decía, ‘si eso no es na’. Ahora es imposible ver esta imagen. También los cumpleaños, que tiemble el Ushuaïa, cuando te invitan ahora al cumpleaños de un hijo es como cuando antes te invitaban a una boda. Todos esos cambios tocados con humor son divertidos.
—¿Y cómo vivimos ahora?
—Nosotros al final hacemos una pequeña crítica social desde el humor: últimamente vivimos de cara a aparentar en lugar de sentir. Antes éramos más de tocar y ahora somos más de mostrarnos en redes sociales, y no es la realidad. Hablamos también de las parejas, de cómo han evolucionado, de los abuelos, de lo cotidiano, pero con una visión de antes y de ahora. Por eso la gente mayor que viene a ver nuestros espectáculo se lo pasa en grande, porque recuerda y les hacemos cantar canciones de antes. Los niños cuando ven a sus abuelos o a sus padres cantando canciones se piensan que es una secta. Al final es una batalla de risas generacional.