Los vecinos de mayor edad de Jesús vivieron este domingo una jornada en el marco de sus fiestas patronales. El Ayuntamiento de Santa Eulària les dedicó, como es tradición, una misa y posteriormente una comida de hermandad, este año celebrada por primera vez en el hotel Vibra Mare Nostrum.
A partir de las 14 horas comenzaron a llegar los comensales. El sol caía con fuerza sobre la terraza del hotel, donde se sirvió un aperitivo a base de coca, frutos secos y refrescos. Los asistentes buscaban la sombra para charlar cómodamente mientras otros, en su mayoría hombres, se apoyaban en la barra como si se tratara de su bar de confianza. Allí se pedía lo de siempre: vino, cerveza o simplemente agua. Algunos, incluso, preguntaban con picardía si podían coger más cocas de la mesa del aperitivo.
Después, todos pasaron al salón, donde les esperaba un variado menú con ensaladas, paella, carnes, pescados, pasta, surtido de postres y fruta fresca. Ainara Balbás, events manager de Vibra Hotels, destacó la ilusión del grupo por acoger a los vecinos: «Estamos acostumbrados a trabajar con turismo extranjero, así que recibir a la gente de aquí nos hace especial ilusión. Además, yo soy vecina de Jesús, así que me emociona aún más».
El párroco de la localidad, José, subrayó que este homenaje es ya una tradición dentro del programa festivo: «Siempre los primeros días se dedican a los mayores, con una misa de agradecimiento y una comida ofrecida por el Ayuntamiento».
Entre los asistentes, Vicente, de 86 años, recordaba con humor la evolución de esta cita: «Antes se hacía a los 60 años, luego a los 65 y ahora a los 75. Yo he seguido viniendo siempre. Me gusta disfrutar de la salud, de los amigos y de la comida. Ya llevo años enlazando una etapa con otra y ya son 40 años viniendo. Antiguamente los obreros también estábamos invitados y luego enlacé con la jubilación».
Otros mayores celebraban la sorpresa del cambio de lugar: «Aquí es la primera vez que se hace y todo es diferente», comentaba un grupo de amigos que llegó en coche propio. Juan y Vicent, también presentes, explicaban que en otras ocasiones iban a San Rafel: «Nosotros siempre hemos sido habituales, pero cada sitio es distinto. Al final lo importante es que sea una vez al año, porque así se coge con más gusto».
María, que trabajó en este hotel en los años 80, se emocionó al volver al lugar donde pasó tantos años: «Me ha hecho ilusión reencontrarme con este sitio y ver lo cambiado que está. Muy diferente, pero se pasa muy bien».